Los Miserables (2012)

Últimamente, esa publicidad que nos bombardea con las novedades en cartelera se había vuelto casi unánime. Por poco que veáis la televisión, viajéis en autobús, o naveguéis por la red, habréis visto a Russell Crowe vestido de oficial. O a Anne Hathaway, o a Amanda Seyfried, o a Helena Bonham Carter, que parece abonada a cualquier musical que se precie. “Los miserables” está en todas partes.

Esta película llega de la mano de Tom Hooper (“El discurso del Rey”) y lo hace como adaptación a la gran pantalla del musical basado en la archiconocida obra de Víctor Hugo. Hugh Jackman es Jean Valjean, un presidiario a quien le es otorgada la libertad condicional por Javert, encarnado por Russell. Valjean, sin embargo, decidirá romper la condicional y comenzar a vivir una vida honesta adoptando otra identidad. Javert, por su parte, jura capturar y enviar a Valjean ante la justicia.

El destino encaminará a nuestros dos protagonistas al reencuentro, aunque en circunstancias muy distintas. Javert es ahora oficial de policía, y Valjean se ha convertido en alcalde de la ciudad y propietario de varias fábricas. Una de sus empleadas será quien ponga, sin quererlo, a nuestros dos protagonistas frente a frente de nuevo. Se trata de Fantine (Anne Hathaway), que tras ser despedida se ve obligada a caer en la prostitución para mantener a duras penas a una hija que guarda en secreto. Tras una refriega, Javert se dispone a detenerla. Valjean, sin embargo, interviene para rescatarla de la miseria.

Estamos ante un musical prácticamente puro, y como tal, hay ir predispuesto a lo que vamos a encontrarnos en la pantalla. El filme apenas tiene diálogo, doblado y en castellano. Dura dos horas y media y podríamos decir sin exagerar que dos horas y cuarto se las pasan cantando. Algo positivo o negativo según vuestra afinidad hacia los musicales. Si no os gustan, “Los miserables” se os puede hacer bastante cuesta arriba.

El reparto, y pocas veces he dicho esto de forma tan rotunda en el Desván, es una auténtica delicia. Una maravilla de principio a fin. El autoritarismo y la sed de venganza plasmada en Crowe. La evolución y el estoicismo de Jackman. El temor, la desesperación y la humillación en la piel de Anne Hathaway. El toque de humor de la mano de Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter. Esa Cosette que Amanda Seyfried nos transforma, ya de adulta, en una mujer introspectiva y retraída. Eddie Redmayne como ese Marius incapaz de decantarse por su corazón o sus combativos ideales. O una bella e inocente Éponine, encarnada por Samantha Barks, personificando una de esas historias de amor imposible. Hasta quienes tienen papeles más secundarios, en escenas muy concretas, se salen.

Una adaptación de esa trama de miserias y emociones que Víctor Hugo nos situaba en plena Revolución Francesa.  Quizás le sobre algún minuto de metraje, aunque no puedo decir que se me haya hecho larga. Y quizás se hayan tomado demasiadas licencias con la traducción, en escenas concretas. Pero un par de puntos negros no deben ensombrecer el resto de la página. Y esa página aprovecha a la perfección el formato musical para hacernos vivir una historia de otra manera. Para trasladarnos ideas y sensaciones que, con un hilo musical de fondo, se nos antojan incluso más intensas. Al menos, en mi caso, el poder del musical siempre consigue llegarme más hondo.

No sé si es la mejor película que he visto en el cine en bastante tiempo. Pero sí estoy seguro de algo: merece la pena pagar la entrada, sentarse en la butaca y dejarse transportar. El viaje es de esos que pedimos repetir.