Sherlock

Vive en Londres, en el 221B de Baker Street. Una de esas direcciones que han llegado a ser célebres. Tres cifras y una letra que son uno de esos detalles, en apariencia nimios, pero que se quedan presentes en algún recóndito lugar de eso tan complejo que es nuestra memoria. Cuando nos topamos con ellas, los lectores asentimos. O, al menos, nos llega un vago recuerdo de alguna de esas historias que leímos, quizá ya bastante tiempo atrás. Porque, nos decantemos por un género u otro, hay personajes que destacan y traspasan esa frontera que nosotros mismos marcamos con nuestras preferencias. Y todos conocemos a Sherlock Holmes, el personaje más celebre que Sir Arthur Conan Doyle nos brindó allá por 1887. Su nombre ha vencido al paso del tiempo como pocos, y sus historias han sido trasladadas repetidas veces a la gran pantalla.

En verano de 2010, la BBC comenzó a emitir “Sherlock”, una miniserie inspirada en esas historias que nos legó Conan Doyle. Hasta la fecha, se han emitido dos temporadas, con una tercera ya confirmada. Cada una de ellas consta de tres episodios, de una hora y media de duración. Sólo viendo algún título de los mismos, como “Estudio en rosa” o “Los perros Baskerville”, casi adivinamos los guiños al Sherlock literario.

Muchos detalles, pero no esperéis para nada una adaptación pura de las aventuras de Holmes a la gran pantalla. Estamos más bien ante una reinvención de las mismas, proyectada hacia el S. XXI. Para que os hagáis una idea, nuestro Sherlock tiene móvil, portátil, y hasta administra una página web. Incluso su fiel compañero Watson está hecho todo un blogger.

Pero pese a ello, de algún modo “Sherlock” conserva bastante de la esencia más literaria de estas historias, y por eso me ha convencido. Este Sherlock, interpretado por Benedict Cumberbatch es audaz, inteligente, y mantiene esa genialidad deductiva con la que Conan Doyle impregnó a su personaje. Se convierte en uno de esos personajes psicológicamente complejos. Víctima del Asperger, es un misántropo con magníficos destellos de perspicacia. Poco conversador, irónico, y maniático, nos regalará sonrisas en muchas escenas. Y es que el humor, quizás la mayor licencia que se toma esta serie, es un elemento fundamental en su desarrollo. Agiliza las tramas y las situaciones, y sin duda engancha. Nuestro Sherlock es magnético desde el primer capítulo.

Martin Freeman (Bilbo en “El hobbit”) es quien pone cara a su ayudante, el doctor Watson, la fidelidad personificada. También con sus tintes más bien solitarios, su toque de humor y su paciencia a medida que va descubriendo las peculiaridades del atípico Sherlock. Y, ¿no nos falta alguien? ¿Un archienemigo, quizás? Un perturbado doctor Moriarty de lo más particular, interpretado por un sublime Andrew Scott.

Con esos ingredientes, os dejo el caramelo. El resto prefiero que lo descubráis por vosotros mismos, porque merece la pena. Creo que es la adaptación más original, y a la vez más respetuosa con el Holmes original, con la que me he encontrado. Si os gusta Sherlock Holmes y disfrutasteis en su día con sus historias, la recomendación es algo así como… elemental.