Stockholm (2013)

“Stockholm”, quizá una de las películas españolas revelación del pasado 2013, se escuda en lo común. Se ampara más en lo cotidiano que en esa etiqueta de romántica que le han puesto. Es una de esas historias con dos protagonistas que ni siquiera necesitan un nombre propio. Él, Javier Pereira y ella, Aura Garrido. Dos jóvenes como tantos que se encuentran en cualquier noche madrileña.

El filme podría ser simplemente eso. La historia de una pareja más que se conoce en una discoteca. De cómo se tantean entre unas conversaciones devoradas por la madrugada. De esa negativa que es el muro que ella levanta para que él resquebraje. Nada extraño, ni excepcional. Todo de lo más cotidiano.

Y si esta “Stockholm” tiene un punto de singular, también ese punto viene de un detalle muy usual, para nada extraordinario. Y es que ni él, ni ella, son realmente como aparentan ser esa noche que ambos pasan juntos. Por dos motivos muy distintos, más o menos justificables, pero lo cierto es que sí existe esa suerte de fachada.

El propio filme hace bastante hincapié en las dos interpretaciones. No es para menos, pues ambas monopolizan prácticamente la pantalla desde el principio. Y ambas son sólidas y cumplen con creces, es cierto. De Aura Garrido tenía la única referencia de “El Cuerpo”,y con Javier Pereira, ganador del Goya al mejor actor revelación, no me había topado aún. Como digo, ambos están bastante notables, tienen personajes que no son planos en absoluto y los defienden con bastante solvencia.

Pero pese a esa relevancia en lo visual, lo que hace un tanto especial a esta película no está en el reparto, ni desde luego en la parte técnica. Está en la propia historia en sí, en un guión con una de esas vueltas de tuerca que nos encamina hacia lo dramático. No necesita ser genial y no necesita ser sorpresivo ni imprevisible para ello.

Lejos de ser una maravilla, suple casi todas sus carencias con la fenomenal labor de Rodrigo Sorogoyen en la dirección y guión. Perspicaz y convincente en el aprovechamiento de los audaces diálogos, que aquí nos van acercando y perfilando a nuestros dos protagonistas. Una singular película esta “Stockholm” que resulta, de paso, esperanzadora. Demuestra al menos que, a veces, no hacen falta grandes medios, ni presupuestos millonarios, para construir una buena cinta.