The tortured (2010)

Probablemente lo mejor de “The tortured” sea su duración, que apenas sobrepasa la hora. Y puede parecer que esto es algo que, a priori, no habla demasiado bien de este filme de Robert Lieberman. Pero creedme, nada más lejos de la realidad. Lieberman podría haberse entretenido mucho más tiempo en lo cruento de esta historia, que es bastante. Y en parte lo hace, porque no rehuye la sangre ni sortea lo explícito en alguna de las escenas. Pero consigue un equilibrio un tanto extraño. Muestra, es cierto, pero también transmite, especialmente durante la primera mitad de la cinta. 

Un primer tramo más íntimo que explícito, brutal sin recurrir aún a lo violento. Brutal por la historia que se nos plantea y el retrato que se nos esboza. El de Elise (Erika Christensen) y Craig (Jesse  Metcalfe), una pareja cuya vida cambia en un instante, en un descuido. Su hijo Ben es secuestrado en el jardín de su propia casa, y hallado asesinado en el domicilio de su propio captor. Es el detonante, lo que hará que todo se hunda. Y, como espectadores, lo vemos. Vemos una culpa que devora a Elise y a Craig, vemos una situación que les supera y les abruma, y vemos una relación que comienza a tambalearse. Unos primeros compases que apuestan por el dramatismo, un dramatismo que Lieberman gestiona bastante bien. De forma directa, sin demasiados ardides, utilizando unos flashbacks que no cuesta asimilar a esos recuerdos que perforan a nuestros protagonistas.

Quizá sean los mejores minutos de un filme que después vira hacia otro tipo de terror, más violento y explícito. La pareja decide tomarse la justicia por su mano al conocer la condena para el asesino de su pequeño, que logra eludir la cadena perpetua. Y aquí entra el componente que ya anticipa el propio título. No importan las dudas iniciales de Craig, ni las que comienzan a instalarse en Elise cuando ya no hay vuelta atrás. La tortura y la carga violenta se sostienen hasta el final, y es esta segunda parte lo que hace de este filme algo no apto para cualquier espectador.

De ahí que lo mejor de esta película, de esas solamente correctas pero efectistas, esté en la simplicidad, y en esa concisión. En que vaya al grano, en que en diez minutos ya nos haya planteado a grosso modo toda la historia. Y en que no alargue el metraje más allá de lo soportable en las escenas más crueles. En eso, y en un comienzo que sin ser ni mucho menos fantástico resulta poco menos que demoledor.