Vértigo (1958)

Además del título del clasicazo que hoy me traigo al Desván, se denomina vértigo a la sensación que un servidor tiene ahora mismo, delante de una pantalla en blanco, y dispuesto a llenarla para hablaros de una película de Alfred Hitchcock. Un hombre con sombras, muchas, en la esfera más personal, pero un auténtico genio indiscutible tras la gran pantalla. “Vértigo”, que veía la luz en 1958, es uno de sus filmes más conocidos, y precedió un poco la época, para mí, más brillante del cineasta británico. Estábamos a sólo un año de descubrir “Con la muerte en los talones”. O a sólo dos de sobrecogernos con “Psicosis”. Habría que esperar aún para toparnos aquella célebre “Los pájaros”.

En esta cinta nos encontrábamos con James Stewart encarnando a John Ferguson, alias Scottie, un detective ya retirado que sufre de acrofobia. Sin embargo, un viejo amigo le pedirá un favor que le hará, en cierto modo, regresar a su profesión. John tendrá que vigilar a Madeleine Elster (Kim Novak), la mujer de su amigo, que ha comenzado a comportarse de un modo bastante intrigante. Concretamente, cree estar poseída por el espíritu de una persona ya fallecida.

Así que Scottie, no sin ciertas dudas, comenzará la vigilancia y nos veremos empapados en una trama de intrigas y tragedias familiares salpicadas por un obsesivo romance entre nuestros dos protagonistas. Y hasta ahí podemos leer en lo de desmenuzar la trama sin deshacérosla del todo.

La peli es muy Hitchcock y bebe sobre todo de uno de sus recursos predilectos: los diálogos. Esas conversaciones prolongadas, casi eternas, directas y sin ornamentos, que nos van delineando a los personajes que participan de ellas. Aquí, por ejemplo, apreciamos enseguida la curiosidad de nuestro protagonista, su obstinación y una incisión en sus preguntas rayana en el descaro y la impertinencia.

El plano psicológico resulta de importancia radical, y en un ritmo más bien calmoso nos acercamos a la obsesión que, paulatinamente, irá apoderándose de nuestro protagonista. Por supuesto, no faltan esas escenas cumbre, aceleradas, en las que la tensión toca techo con ayuda de un exquisito y oportuno acompañamiento musical.

Un clásico fantástico de la mano de uno de esos directores imprescindibles, que siempre es una garantía a la hora de embarcarnos hacia el cine de antaño. Y uno de los casos en que una historia adquiere más repercusión plasmada en la gran pantalla. “Vértigo” está inspirada en una novela, escrita a cuatro manos entre Thomas Narcejac y Pierre Boileau. Un viaje que nos lleva a esa cara absurda, irracional, y obsesiva de las pasiones humanas. En este caso, el amor.