Dune (1984)

Realmente existen muy pocas películas que, tras no consolidarse en un primer momento, consiguen quedar para la posteridad. “Dune”, dirigida por David Lynch, es sin duda una de ellas. Resultó poco menos que un fracaso en su día, provocando una decepción bastante generalizada entre la crítica. Hoy, casi tres décadas después, muchos la consideran un auténtico filme de culto.

Bienvenidos a Arrakis, el único planeta en el que se halla “la especia”, una suerte de droga que es el auténtico motor del mundo que se nos presenta. Un mundo compuesto por varios planetas, y varias familias que ostentan el poder. Tenemos a los Atreides, entre los que se encuentra nuestro protagonista Paul Atreides (Kyle MacLachlan). Esta familia recibirá el cometido de administrar Arrakis y “la especia”, dominada hasta entonces por otra familia influyente: los Harkonen. Éstos, al verse privados del control de “la especia”, llevarán a cabo una ofensiva para recuperar Arrakis, expulsando a los Atreides al desierto. Desde allí, y comandados por Paul, los Atreides maquinarán un plan para recuperar su legítimo trono. 

Muchas veces, al traeros películas a este Desván, señalo un aspecto negativo común en muchas de ellas: la “paja”, el exceso de minutos, esa obsesión de muchos directores por alargarnos innecesariamente una trama. Es curioso que, con “Dune”, mi impresión es que ocurre justo lo contrario: le falta mucho, muchísimo metraje. Al menos en su versión original de 137 minutos. Cuando Lynch concibió “Dune”, lo hizo estimando un metraje de unas 5 horas, pero fue obligado a reducirlo drásticamente. El resultado es un ritmo tan irregular que nos llega a parecer ilógico. La acción es muy precipitada y los saltos temporales que Lynch utiliza para enlazar algunas escenas, demasiado bruscos. Cuesta asentarse en la historia en un primer visionado, precisamente porque da la sensación de que todo pasa a toda prisa frente a nosotros. 

Una pena, porque el reparto es solvente y el universo “Dune”, herencia de la novela de Frank Herbert, tremendamente atractivo. Envuelto en ese constante aire futurista, y con multitud de facetas, es una joya para cualquier amante de la ciencia ficción. Un mundo que nos ofrece de todo: luchas de poder, espías y conspiraciones, amor, venganza… Y también bastante trasfondo: atisbamos un claro contexto ecológico, incluso político y casi religioso.

Un filme con muchas virtudes que sin embargo me decepcionó. Sus aspectos positivos se ven ensombrecidos por un metraje incompatible con la densidad y la complejidad de la historia de “Dune”. Todo sea dicho: un punto negro que, parece lógico pensar, no quedará tan patente en la versión extendida, que se prolonga hasta las tres horas de duración.  

Una de esas películas que casi requiere varios visionados. Recomendable para muy amantes del género, de Lynch, o para fans de las películas de culto. No me atrevo a recomendarla a los lectores de las novelas de Herbert. Obvia demasiadas cosas.