Legado en los huesos (Dolores Redondo)

La segunda etapa del viaje a Baztán que nos propone Dolores Redondo  es “Legado en los huesos”. Siempre digo que soy bastante escogido, creo que cada vez más, con las series literarias en las que me adentro. Más aún si estamos ante best-sellers, que prefiero dejar reposar un tiempo. Pero hay excepciones y tentaciones, y negar que tras “El guardián invisible” me quedé de prendado de esa ambientación, de esos bosques, y del atávico Elizondo sería absurdo.

Los personajes que constituyen el motor de la historia prácticamente se mantienen, y tenemos de nuevo a la inspectora Amaia Salazar convertida en principal protagonista de una nueva trama de intrigas, secretos, asesinatos y profanaciones que se instala en el valle del Baztán. Como decía, se mantienen los protagonistas pero cambian, evolucionan y se nos antojan bastante más redondos. Empezando por la propia Amaia, que tendrá que hacer frente al inmenso desafío de ser madre, compaginándolo con un trabajo que demanda toda su atención. Curiosamente, esto ha arreglado un poco uno de los aspectos secundarios que más me habían chirriado de la entrega anterior, y que precisamente era la relación entre Amaia y James, que adivinábamos casi idílica. Para entendernos, con la llegada del bebé y el stress al que Amaia se ve sometida, vamos apreciando brechas entre ambos, pequeños altibajos y discusiones que hacen que su relación se aleje de clichés y se aproxime a algo mucho más humano y creíble.

Y entre medias, nos encontramos con un asesino en serie que parece estar haciendo de las suyas por el Baztán. Nuevos cuerpos, nuevas víctimas, y una firma común que las vincula con una antigua figura casi mitológica. Dolores opta por una fórmula similar y, a medida que la investigación se desarrolla, veremos como todo apunta de nuevo hacia el pasado de Amaia. Un campo que Dolores sabe explotar esta vez a través de continuos flashbacks, intercalados en el resto de la narración y perfectamente distribuidos en pos del suspense.

Otro componente que percibimos potenciado es el más sobrenatural y psicológico. Lo onírico, los sueños y las visiones que Amaia empieza a sufrir salpican las páginas, y nos toparemos con varias escenas casi lindando con el terror psicológico plasmadas con solidez. Al mismo tiempo, lo atávico y el sugerente misterio en la ambientación se mantienen.

En cuanto a ritmo, tenemos una de esas historias que va claramente in crescendo. El comienzo es más pausado y algo caótico hasta reencontrarnos con personajes que ya conocíamos en la entrega anterior. A ellos se suman algunos nuevos que dan bastante juego en la trama, caso del padre Sarasola o el juez Markina. Con ellos, Dolores consigue ir creando un bucle que se alimenta prácticamente de sí mismo y del que no podemos salirnos hasta el final. Un final dinámico, de esos que tienen la virtud de resultar trepidantes sin caer en la precipitación.

Me ha dejado un regusto distinto, más agradable, quizás por esos tintes más psicológicos, personales y retorcidos que la impregnan, pero siempre es algo muy subjetivo.

En cualquier caso, tenemos una prolongación firme y digna de la historia que nos esbozaba “El guardián invisible”. Si disfrutasteis con ella, no hay razón para no caer en la misma tentación lectora con “Legado en los huesos”.