La ladrona de libros (2013)

La historia que os acerco hoy al Desván podría haber aparecido tanto hoy jueves como un martes, porque este es uno de esos filmes que, como todos sabréis, bebe de una novela: “La ladrona de libros”, de Markus Zusak, un best-seller de tintes juveniles un tanto engañosos. Digo engañosos porque, a veces, tendemos a asociarlos con historias más bien simples, ligeras, fáciles y amenas.

Y aunque se lea prácticamente de un tirón, no era esa la propuesta de Zusak, que con un par de originales recursos y un estilo preciosista daba un paso más. No solo nos conmovía, sino que nos hacía reflexionar. Y es precisamente en esos destellos en los que, lo confieso, pensé que Brian Percival iba a fallar a la hora de llevarnos a la gran pantalla esta historia.

La historia es el drama de Liesel Meminger, una niña cuya infancia transcurre en la Alemania de los años 30. Una niña que pierde cualquier vínculo con su familia biológica y se verá acogida por una humilde familia alemana, los Hubermann. Allí, en la Himmelstrasse, en la periferia de Munich, veremos cómo Liesel lucha por integrarse en una Alemania en pleno auge del nazismo. Trabará sus primeras amistades, comenzará a entender su pasado y, mientras tanto, aprenderá a leer. O, más bien, a disfrutar haciéndolo. Hasta el punto de no poder resistirse a cualquier libro que tenga delante. No importa cómo haya llegado a sus manos: un descuido primero, una hoguera mal apagada después, o varios hurtos. La aparición de Max, un judío que comienza a vivir de forma clandestina acogido por los Hubermann, cambiará su vida y su modo de verla, y hará germinar aún más su pasión por las palabras.

Dejemos el argumento ahí, por si alguno no habéis leído a Zusak y os apetece verla. El filme está bastante bien contextualizado históricamente, aunque es cierto que quizás cae en alguna escena algo dulcificada. Algo que no es freno para un filme sin pretensiones de documental, que obviamente busca más los sentimientos que una concisión histórica total.

Tiene, además, dos bazas importantes: una Banda Sonora muy notable de la mano de John Williams, por un lado. Y por otro un elenco de actores quizás no demasiado espectacular, pero más que digno. Sophie Nélisse es nuestra protagonista principal, una Lisel dulce y sensible que se gana al espectador desde la primera escena. Al igual que lo hace, a su manera, Rudy (Nico Liersch) Dos casi desconocidos que cumplen. Aunque un tanto en segundo plano, están más solidos Geoffrey Rush encarnando al bondadoso y comprensivo Hans Hubermann, (¿quién no querría un padre como él?) y Emily Watson como esa madre férrea y estricta sólo en apariencia. Completa lo esencial del reparto Ben Schnetzer, algo más discreto en el rol del judío Max. 

Una emotiva historia de contrastes, cruda y bella a un tiempo, que en esta ocasión se ha sabido llevar a la gran pantalla. No era sencillo, y pierde en esa carga más metaliteraria, y en alguna licencia que Percival se toma. A veces en pos del drama, otras en pos de lo visual y de la simplificación. Pero, a mi juicio, no abandona la esencia de la novela. Incluso ese narrador tan particular, que nos arroja una perspectiva singular, tan irónica como crítica, se mantiene en el filme.

Por supuesto, mentiría si os dijese que reemplaza a la fantástica novela del australiano, que aconsejo leer a todo el mundo. Lo que tenemos es una adaptación muy digna y una película que os emocionará y conmoverá, hayáis o no leído a Zusak.