El guardián invisible (Dolores Redondo)

Los bosques de Baztán son de esos densos y oscuros. Húmedos y misteriosos, escenario de todo tipo de leyendas. Historias de esas que el boca a oreja traslada de una generación a otra. Fantásticas historias que persisten a lo largo de los siglos y se cuentan pese a no estar escritas. Es muy sencillo evocar este valle de Baztán al que Dolores Redondo nos transporta. Casi podemos avanzar entre las angostas calles de los pueblos de la zona. Fachadas de piedra casi adyacentes e idénticas, que parecen mera prolongación de esas calles con aires de antaño. Casi sentimos el frío constante, la humedad de la niebla cuando aparece para abrazar el valle. Y así, tornar el escenario de “El Guardián Invisible” en una atmósfera aún más velada y enigmática. Estoy convencido de que, si aguzásemos el oído, podríamos apreciar el sonido de la lluvia. Permanente e hipnótica como un metrónomo. 

Ya asentados en este clima, que tiene hasta algo de mágico, comienza el horror. En los bosques de Baztán comienzan a aparecer niñas muertas. Horriblemente asesinadas, aparentemente de un modo metódico y ritual. Cada cadáver parece cargado de un simbolismo que va más allá de lo aparente. Y junto a ellos, aparecen elementos desconcertantes, totalmente fuera de lugar: pelos de animales, un típico pastelillo de la gastronomía local, flores dispuestas de un modo particular… todo un quebradero de cabeza para la inspectora Amaia Salazar, a quien le es asignado el caso.

Una Amaia que se alza desde los primeros compases como auténtica protagonista de la historia, casi omnipresente hasta el punto de eclipsar al resto de personajes. Amaia vive con James, un escultor norteamericano con quien mantiene una relación poco menos que idílica. Y en Baztán, Amaia retomará el contacto no sólo con la tierra que la vio crecer, sino también con su familia más directa. La mística Tía Engrasi, o sus hermanas Flora y Ros, tan opuestas. Apoyándose en ellas, Dolores Redondo nos trazará una ruta hacia el pasado de Amaia. Un pasado lleno de sorpresas e indispensable para ponernos en la piel de nuestra protagonista. Porque esta es una de esas historias de asesinatos e investigación, pero también de un pasado que se solapa con el presente. Una trama sostenida en personajes más bien planos pero con secretos, silencios y facetas ocultas, que propiciarán cada vuelco en la trama. Los suficientes para hacerla sorprendente. 

Dolores Redondo construye una historia de muy ágil lectura, compuesta por capítulos cortos y prácticamente lineales, tan sólo rotos por algún flashback. Una estructura sencilla que contribuye a que el lector no se desligue de la trama y quede prendido por el ritmo que Dolores impone a los acontecimientos, arrastrándonos sin remedio hacia el final. No diría que es un ritmo regular: hay intervalos en que se vuelve acelerado y trepidante, y otros en que la historia se torna más pausada e intimista, pero sin llegar a diluirse.

“El Guardián Invisible” es mucho más que una novela negra y mucho más que una historia de intrigas familiares. El guiño hacia la mitología vasca cubre esta novela de una pátina muy especial. Estos bosques de Baztán, poblados o no por criaturas como el Basajaun o las Sorgiñas, se antojan una suerte de homenaje. Pero son también una auténtica seña de identidad.