Brave (2012)

La Chica del Pelazo tenía que dejarse caer por el Desván. Sólo era cuestión de tiempo, de que llegase uno de esos contrastes que de vez en cuando me gusta regalaros. Para eso, y para hacer más llevadero un domingo de esos que parece que sobran, nada mejor que Pixar. Hoy llega una de las grandes producciones Disney del pasado año en cuanto a taquilla, y también en lo que a premios se refiere: Globos de Oro y Oscar coincidieron en esta “Brave” como mejor película de animación.

La trama, más que conocida por todos, gira en torno a la figura de Mérida, una princesa celta que se ve casi obligada a seguir los pasos de su madre, la reina Elinor. A Mérida, sin embargo, le aborrecen las costumbres del Reino y, sobre todo, le repugna la idea de tener que escoger a un pretendiente sin tener intención de casarse. Mérida escogerá el camino del inconformismo y la rebeldía y, tras una fuerte discusión con su madre Elinor, huye del castillo y se adentra en lo más profundo del bosque. Allí descubre una cabaña, en la que habita una bruja de lo más particular. En ella, y en uno de sus hechizos, Elinor encontrará la única manera de conseguir que su madre entre en razón. Sin embargo, las consecuencias serán, como poco, imprevisibles.

Creo que esta es una de las películas de animación con las que más he podido disfrutar últimamente. Es Disney y está edulcorada, pero todos sabemos a los que nos enfrentamos cuando nos ponemos ante un filme de este tipo. Funcionan, creo, porque nos gusta precisamente eso: esa especie de esperanza hacia los finales felices. Sabemos que es pura fantasía pero, de vez en cuando, todos necesitamos un retazo de esa fantasía para aliñar nuestro día a día.

Siendo muy Disney, “Brave” tiene elementos para diferenciarse bastante y resultar algo más atípica de lo que intuía en un principio. Para empezar, no hay uno de esos amores perfectos, casi omnipresentes en este tipo de historias. Mérida no es esa princesa que busca su impecable príncipe azul. Tenemos amor, pero no de ese. Es algo mucho más íntimo y personal, que no es necesario tintar de color de rosa.

Entretenida de principio a fin, la carga de diversión casi es permanente. Sustentada, como casi siempre, en algunos personajes que nos hacen sonreír casi a primera vista. Imposible no simpatizar con ese rey Fergus, en cuya torpeza y dejadez se sustenta su tolerancia. O con los traviesos trillizos, empeñados en robarnos unas cuantas carcajadas. Sin olvidar especialmente a nuestra bruja, pluriempleada y con un particular contestador automático que tengo que robarle y traerme al Desván.

A caballo entre la diversión y la emotividad, “Brave” es una de esas películas equilibradas, conseguidas, y cuidada al detalle que recomiendo a todo el mundo, sin reservas. Incluso a quienes no se sientan especialmente tentados por la factoría Disney.