Concursante (2007)

Hay muy pocos directores de cine que consigan dejarme un buen sabor de boca con casi todo lo que hacen. Rodrigo Cortés, por lo visto, va encaminado a ser uno de ellos. Me sumió en la más atroz claustrofobia con “Buried” y, después, casi me deslumbró con sus “Luces Rojas”. Así que me prometí echar la vista atrás y lanzarme a alguna de las películas que había dirigido anteriormente cuando, al menos para mí, no era tan conocido. Creo que, inconscientemente, buscaba saber si sus dos grandes producciones habían sido algo así como una casualidad, o si por el contrario había algo de ese éxito en sus películas anteriores. 

Y me retrotraje cinco años, hasta 2007, para descubrir “Concursante”. Para conocer a Martín Circo Martín, el afortunado ganador de un concurso de preguntas y respuestas, que ha percibido un premio por valor de tres millones de euros: una enorme casa, un fantástico barco, un cochazo… Su sonrisa, sin embargo, resultará ser bastante efímera. Martín descubrirá pronto que los gastos que sus nuevos bienes generan son totalmente inasumibles, y su existencia se convierte en una carrera por tratar de evitar su propia ruina. Seremos testigos de cómo su vida se tambalea, y casi partícipes de sus desesperados intentos por estabilizarla.

Estamos ante una película algo más intimista que las posteriores. Al menos, la impresión es que Cortés ha plasmado más ideas, convicciones, más cosas de sí mismo en este filme. Sería complicado encasillar a “Concursante” en un género. La historia tiene mucho de dramático, pero es imposible obviar un fuerte componente humorístico, rayano en la socarronería, que se manifiesta continuamente. Sobre todo en la figura del protagonista, eterno irónico que siempre parece tener la respuesta perfecta en la recamara. Leonardo Sbaraglia le da un buen plus de personalidad, y su interpretación adquiere fuerza cada vez que nuestro prota se ve superado por las circunstancias. 

“Concursante” no se queda en el camino y profundiza bastante no sólo en la desdicha de Martín, sino en algunos de esos oscuros y apartados rincones que conforman ese edificio que es el sistema económico que nos envuelve a todos. Pensad que, en 2007, no estábamos aún acostumbrados a ver bancos y rescates cada mañana en las noticias. La dimensión que “Concursante” aborda, teniendo en cuenta todo lo que sea dicho y escrito en estos últimos años, es por supuesto ínfima. Pero válida aún así y muy simple, casi para todos los públicos. Un análisis y una concepción que no oculta cierta carga reivindicativa o, cuanto menos, firmemente crítica. 

Pese a que todo lo que os he contado encaje con una historia pausada, calmada, y analítica, nada más lejos, todo lo contrario. En el momento en que nos ponemos frente a la pantalla parecemos montarnos en un carrusel. El ritmo es casi endiablado, las escenas pasan ante nosotros sin que casi nos dé tiempo a procesarlas y comprender todo su contenido. Durante todo el filme, la sensación de estar viajando a toda velocidad de escena en escena es constante.

Una película que tiene casi todo lo necesario para gustar: mucho humor, una historia de auge y caída, un protagonista carismático, mucho ritmo y una decisiva carga de crítica social que nos brinda una visión distinta. La historia de este peculiar concursante me ha confirmado dos cosas que ya sospechaba. La primera es que, nunca mejor dicho, no todo lo que es oro brilla.

Y la segunda es que el de Orense comenzó a apostar por algo distinto mucho antes de encerrar a Ryan Reynolds en un ataúd. Hoy os dejo el tráiler: