Un monstruo en París (2011)

Hay días que sólo piden historias en las que todo, o casi todo, termina saliendo bien. Por eso en el Desván la animación siempre va teniendo su hueco, porque en esa misión las películas de las que aquí hablamos suelen cumplir bastante. La que hoy he querido compartir con vosotros no es una excepción. Me la recomendaba hace tiempo Offuscatio, que para quienes no lo sepáis tiene un superpoder para acertar siempre con sus recomendaciones. Y me sirve de paso para alejarme un poco de esa factoría Disney que casi monopoliza el género.

“Un monstruo en París”, del francés Bibo Bergeron, nos traslada al París de las primeras décadas del S. XX. Emile y Raoul, nuestros dos protagonistas, son tan intrépidos como opuestos en su carácter. Emile es inseguro y tímido. Tanto, que es incapaz de pedirle una cita a esa mujer que tanto le gusta. Sin embargo, Raoul es vacilón, simpático y hasta algo ligón, aunque tiene mucho de fachada. De la mano de estos dos tipos tan diferentes nos adentraremos en una ciudad amenazada por un monstruo que amedrenta a la población, y que Emile y Raoul han “despertado” accidentalmente.

Poco más voy a desvelaros del argumento para no comprometer vuestro disfrute de la historia. Tenemos los típicos prejuicios erróneos, porque no tardaremos en descubrir que nuestro monstruo es del todo menos terrorífico. Lo haremos gracias a Lucille, una cantante y bailarina de cierto éxito que será la primera en mostrar cierta empatía hacia nuestro monstruo. También nos toparemos con un antagonista de los de manual, personificado en la figura de un jefe de policía testarudo, presuntuoso y prepotente. Todos los personajes, como podéis intuir, con perfiles muy definidos y bien plasmados desde los primeros compases.

Una trama que parte de ese miedo inicial que todos tenemos hacia lo desconocido y termina desembocando en una historia de amistad y amor. Dos conceptos representados aquí quizá con una pizca menos de azúcar de lo que la animación de Disney dicta. Igualmente efectiva, pero menos edulcorada, un punto más elegante.

Pero si tengo que quedarme con algo de este filme es con la ambientación, que me parece sublime. Es una delicia perderse en esta París tan evocadora, romántica y con aires de antaño en que se enmarca esta historia. El camino hacia el anunciado e infalible happy ending es de los que merece la pena recorrer. Incluso los números musicales, que a veces me fallan un poco en este tipo de películas, me han convencido esta vez.

Así que a modo de aperitivo, hoy sí que os dejo el tráiler: