La Jetée (1962)

Hoy, vamos a perdernos un poco entre los clásicos. Allá por 1962 veía la luz el filme que hoy os invito a recordar en el Desván. Casi en forma de cortometraje, porque no llega a los 30 minutos de duración. Da la impresión de que “La Jetée”, del francés Chris Marker, una de esas películas un tanto olvidadas por el gran público. Pese a ser reconocida casi como indispensable dentro de la ciencia ficción clásica.

Casi parafraseando el arranque de “La Jetée”, estamos ante la historia de un hombre. Un hombre cuya infancia se verá marcada por una visión: la muerte de una persona en el aeropuerto. Intuimos que ha pasado el tiempo, y el argumento de esta historia nos traslada al fin de una devastadora Tercera Guerra Mundial. La ciudad de París es prácticamente inhabitable debido a la radiactividad y los supervivientes están condenados a malvivir en sus túneles, bajo tierra.

Nuestro protagonista es uno de esos supervivientes. Ha sido hecho prisionero durante la guerra y, casi sin comerlo ni beberlo, se convertirá en el sujeto de una serie de experimentos que comienzan a realizarse. El objetivo es nada menos que viajar al pasado. Los supervivientes se han dado cuenta de que la única esperanza para el futuro de la especie pasa por unos recursos inalcanzables en un presente casi apocalíptico. El viaje en el tiempo se presenta como la única opción.

Con esta premisa, entramos en la dinámica de un filme en el que lo más destacable es que apenas nos encontraremos con imágenes en movimiento. “La Jetée” está concebida como una sucesión de imágenes en blanco y negro que ilustran las palabras de un narrador omnisciente. Él es quien nos traslada la historia y este recurso, que permite a Marker explotar al máximo su faceta de fotógrafo, es de lo más gráfico. Toda la trama pasa ante nuestros ojos casi a modo de continuos flashes, como si se tratase de esos recuerdos fugaces a los que nuestro hombre se ve abocado.

Entre esos “recuerdos” y ese pasado al que se traslada el protagonista, surgirá una mujer con la que irá entablando una relación tan especial como atípica por tan inéditas circunstancias. Y qué anclará en parte a nuestro protagonista al pasado, convirtiéndolo en prisionero por segunda vez. Es la fina pátina, un tanto romántica incluso, que nos guiará hasta el resto de acontecimientos y un final que… ¿de verdad pensabais que iba a seguir?

Hoy nos alejamos un poco de tendencias más comerciales y acogemos un pequeño retazo de cine experimental en este Desván. Un pequeño caramelo que en 1995, más de 30 años después, serviría de inspiración para la fantástica “Doce Monos”, en la que veíamos coincidir a Bruce Willis y a Brad Pitt en el reparto.