La última casa a la izquierda (2009)

Que soy más bien poco de remakes no es ningún secreto. No suelo verles la miga, no sé hallarles la esencia. Detesto cuando una película prescinde por completo del necesario ejercicio de innovación. Pero es que cuando, asentándose en los cimientos de otra trama, el nuevo filme plantea algo novedoso, tampoco me gusta, porque falta a la esencia de la historia primigenia. Qué tío más raro este Rober, diréis. ¿Qué es entonces lo ideal? Quizás readaptar la naturaleza de la película a los nuevos tiempos. Buscar cambiar algo, perseguir un toque de originalidad, pero sin salirse de la línea ya esbozada. En resumen: algo muy, pero que muy subjetivo. Hoy he decidido proyectar en nuestro Desván un remake. Uno de esos que podría calificar como correcto.

“La última casa a la izquierda” irrumpió en nuestros cines en 2009 para recordarnos la escabrosa historia que Wes Craven concibió allá por 1972. Un thriller de terror que, ya por entonces, no estaba enfocado a todos los públicos.

Y si a principios de los 70 todo comenzaba con un par de chicas que querían acudir a un concierto, en 2009 también tenemos a dos adolescentes por protagonistas: Mari, más reservada, y Paige, intrépida y alocada. Ambas amigas conocen al joven Justin, con quien comparten un buen rato entre marihuana y confesiones. Un rato agradable que pronto se ve truncado cuando Krug, padre de Justin y convicto fugado, irrumpe en casa y decide secuestrar a las dos jóvenes. Para Mari y Paige, el terror sólo ha hecho que comenzar.

Decía que este remake me ha gustado porque cumple, creo, con lo que comentaba al principio: varía en muchos detalles en lo que se refiere al argumento original, pero no se aleja demasiado del espíritu con el que Craven empapó su película. El componente de crudeza, crueldad e incluso explicitud sigue siendo la apuesta, el particular sello distintivo que la historia nos propone. Iliadis la mantiene en este remake. Notablemente rebajada, pero sin restarle protagonismo.

El griego logra también otra de las cosas esenciales en esto del thriller de terror: consigue escenas trabajadas que generan cierta tensión en el espectador. No tanto intriga. Podemos intuir lo que va a suceder estando casi seguros de no equivocarnos. Pero nos mantenemos expectantes para descubrir cómo y cuándo va a ocurrir.

El filme, no hay que engañarse, tiene mucho de típico, comenzando por los propios personajes. No se distancian de esa premisa de perturbados malos malísimos a quienes es imposible no odiar desde el primer momento. En este caso, la historia cae en temas como los abusos sexuales y demás torturas que se convierten en el mejor aliciente para fraguar esta antipatía. Y, por otro lado, nos encontramos a los buenos buenísimos con los que no podemos resistirnos a empatizar. Incluso cuando las circunstancias les precipitan a algo muy próximo a la locura, y cometen en definitiva actos similares a los de sus antagonistas.

Otra historia de terror fácil, con alguna escena más explícita que se desmarca. No creo que llegue siquiera a rozar lo gore, como algunos aseguran. Hay violencia, pero está más enfocada hacia el realismo que hacia la exageración o el absurdo. Al margen, quizás, de la última escena.  Una película correcta. Sin llegar a convencerme por completo, me quedo con la sensación de que al menos cumple.