"Maleficio" (Stephen King)

“Maleficio” veía la luz allá por principios de los 80, bajo el seudónimo de Richard Bachman. Nuestro protagonista es, Billy Halleck, un abogado que atropella accidentalmente a una anciana de etnia gitana. Billy sale exculpado del procedimiento judicial posterior gracias a sus influencias. Sin embargo, a la salida del juzgado, el anciano padre de la fallecida se acerca a Billy y le maldice al tiempo que pronuncia las palabras “más delgado”. Y lo que comienza a suceder es precisamente eso: el obeso Billy empieza a perder peso rápidamente, hasta límites en que su salud comienza a deteriorarse peligrosamente.

“Está convencido de que es cáncer de piel porque no puede permitirse creer en algo tan ridículamente del viejo mundo, tan supersticioso, tan de novela barata, como las maldiciones gitanas.”

En esta ocasión, he decidido casi comenzar la reseña con esta cita. Una larga oración, pero concisa. Un fragmento genial que resume a la perfección, creo, la esencia de esta historia “made in” King.

Porque “Maleficio” nos propone precisamente esa extraña conjunción entre lo actual y real y algo tan atávico y casi atemporal como es una maldición gitana. Otra muestra más de esa fórmula que a King siempre le ha funcionado tan bien: insertar un componente misterioso, mágico, casi imposible, y camuflarlo en uno de sus particulares universos. Un mundo repleto de carreteras secundarias y estaciones de servicio. Un mundo empapado en un olor a tabaco casi perpetuo, y en el que siempre podremos encontrar un decrépito motel en que alojarnos al margen de cualquier carretera. Un mundo poblado por protagonistas en parte atormentados, y en el que siempre hay un matrimonio que se tambalea, o una frágil relación padre-hijo. Y este mundo tan real, tan plausible e incluso cercano, se ve alterado de pronto por algo casi sobrenatural. En este caso, en forma de maldición gitana. 

La extensión no llega a las 400 páginas en su edición de bolsillo. No estamos ni de lejos ante uno de esos novelones de King que sobrepasan las mil páginas. En este caso, la historia está narrada de un modo algo más directo al que el de Maine nos tiene acostumbrados, pero sin perder su naturaleza. Una trama acompasada por ese ritmo tan King, que alterna escenas en las que prima la acción con otras netamente descriptivas. Siempre sin llegar a desentonar. 

Y como guinda, Billy Halleck, un protagonista que es un pequeño regalo en cuanto a evolución psicológica se refiere. Uno de esos personajes redondos cuyas concepciones varían al compás de la trama. Halleck pasa del escepticismo a una creencia casi irracional. De la calma, el alivio casi, a la más férrea obsesión. Mucho más planos se antojan el repulsivo anciano Taduz Lemke y el matón con aires de gángster Ginelli, que sin embargo desempeñarán también un rol capital en el transcurso de la historia.

Recomendación y King, como sabéis, son siempre sinónimos en este Desván. Todos tenemos debilidades en esto de la literatura y una de las mías me traslada siempre a esos pueblos y carreteras perdidas de Maine. En este caso, con una de esas historias en las que el terror no se asimila a gatos que resucitan, coches diabólicos o enigmáticas cúpulas que aíslan pueblos enteros. Aquí el terror tiene otro aire, porque se remonta a algo mucho más ancestral.