Naíf. Súper (Erlend Loe)

Lo que Erlend Loe nos deja en “Naíf. Súper” es una fachada que se nos antoja sencilla. Miremos como la miremos, esta novela parece destilar simplicidad: es breve, el argumento en sí no parece demasiado extraordinario, y el estilo de Loe es minimalista. El relato es una sucesión de esas frases escuetas, directas y concisas que se agrupan en capítulos más bien breves. Y con títulos sencillos, como “El árbol”, “La bicicleta”, “El beso” o “La pelota”.

Pero la verdad es que es sólo una fachada, y a medida que vamos pasando páginas reparamos en que hay rasgos de nuestro protagonista que no nos son del todo ajenos. Porque todos nos hemos hecho preguntas, y hemos tenido esos momentos de inquietud casi existencial. “Naíf. Súper” es la crónica de uno de esos momentos en la piel de un protagonista singular. Un hombre del que no llegaremos a saber nombre que, tras su época como estudiante ha cumplido 25 años y se traslada al piso de su hermano en Oslo. Sin saber realmente qué va a ser de su vida. Buscando algo, quizá encontrarse a sí mismo.

Estamos ante una narración intimista, casi podríamos decir que en forma de diario. Perfecta para meternos en la piel de este muchacho algo inocente que busca el sentido a su vida. Que parte de una existencia monótona y carente de todo entusiasmo y comienza a avanzar. A hacerse preguntas. A identificar prioridades y clasificar deseos. Confecciona listas partiendo de las cosas más comunes, que por supuesto nos lega al lector. Y evoluciona, busca constantemente su válvula de escape. Ya sea en forma de objeto, una simple pelota, un sencillo martillo, o en forma de las personas que recalan en su existencia. Como él mismo afirma, tiene a su hermano, un amigo malo y un amigo bueno (Kim, meteorólogo, con quien se comunica por fax) Después aparecerá Borre, un niño con el que mantendrá una relación bien singular.

Poco a poco, vamos viendo que el relato recala en más temas. Erlend escarba en la soledad, la monotonía y la carencia de entusiasmo para hablarnos de  sobreinformación. Para cuestionarnos la importancia y la utilidad práctica del conocimiento en la sociedad de hoy en día. Un poso casi a la crítica social que parece enfocarse hacia lo que realmente valoramos y encumbramos.

Sustentada en esa suerte de filosofía, vamos devorando páginas y páginas sin despegarnos de ese protagonista casi omnipresente. No me atrevería a decir que he empatizado con su perfil en general, pero es innegable que me he visto identificado en algún destello, en algún rasgo, en alguna de esas preguntas de corte existencial e incluso en ese guiño a la concepción del universo de Paul Davies que nos abruma y nos hace sentirnos tan diminutos.

Parafraseando a Marilú Cuentalibros cuando comentábamos esta lectura, todos hemos pasado por esa etapa de ingenuidad casi paralizante. Y todos hemos tenido algún momento “Naíf”