Big Fish (2003)

Uno siempre siente esa especie de vértigo cuando tiene que hablaros de una historia que le ha encandilado de algún modo, en alguno de sus matices. Y es totalmente el caso de la película que hoy me traigo al Desván. No sé si es de lo mejor de Tim Burton, e incluso creo que en el arranque tiene algo que no termina de funcionar del todo. Y, sin embargo, confieso que “Big Fish” ha conseguido conquistarme.

“Big Fish” es, resumiéndolo mucho, la historia de Will Bloom. Un hijo que, por circunstancias, se ha mantenido distanciado de su padre una vez alcanzada la edad adulta. Todo cambia con un Ed Bloom ya moribundo, cuando Will decide regresar para acompañar a su padre durante el último tramo de su vida. Como si quisiese poner remedio a ese distanciamiento, y al mismo tiempo, conocer algo más sobre la figura de su padre.

Porque lo que más recuerda de él son sus historias. Ed Bloom se nos muestra como una especie de cuentacuentos, siempre con una fantástica historia o anécdota bajo la manga. Así se ha criado Will, escuchando sus historias más que increíbles, que ya adulto considera fruto de la imaginación de su padre. Sin embargo, Will comenzará a descubrir que los límites entre esa ficción que presupone y la realidad no están tan claros.

Un filme que destaca en esa exaltación de una fantasía que aquí adquiere tintes casi mágicos en alguna escena. Y que tiene en el reparto un auténtico reclamo. Se articula en torno a Ewan McGregor y Albert Finney, que personifican a Ed Bloom. El primero en unos flashbacks que son una auténtica constante y nos guían hacia su juventud, y el segundo en el presente, en los últimos años de su vida. Billy Crudup encarna a su hijo Will, siempre acompañado por su mujer Josephine, una Marion Cotillard a quien vemos también muy correcta en los registros más dulces. Otro gran contraste si la comparamos con papeles más recientes lo encontramos con Jessica Lange, muy sólida como Sandra Bloom, esposa de Ed y madre de Will. No faltan las apariciones, un tanto más secundarias pero de mención ineludible, de Helena Bonham Carter o Steve Buscemi entre otros.

Una película que, como decía al principio, va in crescendo tras un comienzo algo extraño hasta conseguir dejar ese regusto agradable que tiene casi todo lo que nos deja Tim Burton. “Big Fish” aúna humor, varios destellos de emotividad bien distribuidos, y esos tintes fantásticos que nos hacen recordarla casi como un gran cuento. Una suerte de fábula cuya moraleja nos lleva hasta esos lindes, difusos a veces, que separan la imaginación de la realidad.