"22/11/63" (Stephen King)

“22/11/63” es una de esas historias que ya me conquistaron desde el primer momento. Supongo que desde que supe que la pluma de King estaba tras ella. Las primeras sinopsis y las primeras reseñas sólo acrecentaron ese interés. Y eso fue aún antes de verla en las librerías, de toparme con esa portada totalmente atípica si la comparamos con otras de Stephen King. Supe que tras ese titular y esa fotografía habría cientos de páginas ya esperándome.

2011. Os presento a Jake Eppin, un profesor que da clases nocturnas para obtener unos ingresos extra. Mientras corrige unas redacciones, se encuentra con una de ellas, la de Harry Dunning, que le sobrecoge profundamente. En ella, Dunning narra el asesinato de su madre y sus hermanos a manos de su propio padre, en la noche de Halloween de 1958. Y os presento a Al, que regenta una hamburguesería de la que Jake es cliente habitual. Al le muestra a nuestro protagonista algo imposible: en la trastienda de su local hay una puerta al pasado. Una despensa a través de la que se puede viajar en el tiempo, siempre a la misma fecha: 9 de septiembre de 1958.

Al tiene una misión para Jake: viajar al pasado para evitar el asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Jake, sin embargo, se marcará además su propio objetivo: impedir que el 31 de octubre de 1958 el joven Harry Dunning presencie cómo su padre, borracho, asesina a toda su familia. Sin embargo, Al pronto se dará cuenta de una cosa: el pasado es muy reticente a ser modificado y, cuando lo hace, altera impredeciblemente el presente.

La primera curiosidad de esta historia aparece muy pronto, en el primero de los viajes al pasado que Jake emprende. Y lo hace como uno de esos deliciosos guiños que King brinda a otra de sus propias historias. Porque, ya en 1958, nuestro Jake se nos planta nada menos que en Derry: el lugar en el que Harry Dunning ha crecido. La misma ciudad más bien miserable que servía como marco a la historia de “It”. En ella, volvemos a encontrarnos con Patrick Hockstetter y a mirar con recelo hacia los Barrens. Recordaremos a George Denbrough,  Richie Tozier y la alegre Beverly Marsh.

A medida que la trama avanza, la historia va adquiriendo otro cariz. Nos vamos sumergiendo cada vez más en algo parecido a un retrato bastante fiel de la década de los 50 y principios de los 60 en EEUU. Un marco somero, nada recargado, pero suficiente para trasladarnos detalles de las costumbres e incluso la moda de la época. Un reflejo que nos aproxima a una sociedad en plena Guerra Fría, que respira en un ambiente de continua inquietud ciudadana y prejuicios raciales. Cada personaje con que nos encontramos parece brindarnos un retazo de esta visión del pasado: desde Lee Harvey Oswald, presunto asesino de Kennedy y a quien Jake tendrá prácticamente que espiar, hasta la bibliotecaria Sadie.

Este último personaje, Sadie, es la base de la carga más íntima de la novela. Aunque Jake sabe que sus acciones condicionarán el futuro, termina por adaptarse por completo a este pasado al que le ha tocado viajar, y no puede evitar enamorarse de Sadie. Un personaje con una mentalidad propia de la época que choca con las convicciones e ideas del siglo XXI que Jake alberga, quizás inconscientemente. Justo estas diferencias parecen ser las que les unen y a la vez comienzan a minar su relación. Jake se precipita en una suerte de doble vida: la que desea vivir con Sadie, por un lado, y la que dedica a planificar sus movimientos para evitar el asesinato de JFK, por otro.

Difícil clasificar esta novela. Muy ciencia ficción, pero también bastante humana. Más sustentada en lo histórico de lo que King nos tiene acostumbrados, pero también ucrónica y diferente. Y con destellos de terror, pero abordado desde un prisa particular que debéis descubrir vosotros mismos. La recomendación, tratándose de King, ya sabéis que está casi asegurada en el Desván.

La caricatura, que es genial, la he encontrado en este blog