Stoner (John Williams)

“Stoner” se quedará en mi memoria lectora como la novela que me hizo descubrir a John Williams. Como el personaje que me hizo iniciarme en la narrativa del de Texas. Porque “Stoner” es el paradigma de una novela de personajes, en la que la acción no importa tanto como las personas que nos encontramos entre páginas. Y entre todas ellas destaca, desde el primer momento y de forma incuestionable, William Stoner.

Una novela que no es más (ni menos) que una visión a través del período vital de nuestro protagonista. Una historia que comienza por el principio, dibujándonos los humildes orígenes de Stoner, la granja en la que se cría junto a sus padres. Un lugar que abandonará para acudir a la Universidad. De forma temporal como estudiante, primero, y de modo indefinido cuando descubre que su vocación está ligada a la enseñanza.

Con la visión global de la historia ya concluida, diría que precisamente en la Universidad comienzan realmente las andanzas vitales de nuestro Stoner. Todo lo anterior se antoja casi un prólogo, aunque sin duda marca a nuestro protagonista. Un hombre tan tímido y achicado como, comprobamos, pueden haberlo sido sus padres. Un hombre a quien veremos deambular por las sendas de su vida, topándose con la pérdida, con una mujer, con una hija, con la guerra, con el amor, con la envidia… Un recorrido vital con altibajos que, sin embargo, parece fraguarnos una idea esencialmente hermosa: el periplo vital de Stoner casi se asimila a esa senda hacia la búsqueda de sí mismo, una suerte de ruta hacia la autorrealización.

En esa senda le acompañamos y, en esa senda, vamos poco a poco conociéndole como a un viejo amigo. La capacidad de empatizar con el lector que Williams consigue con Stoner es muy notable, precisamente porque logra convertírnoslo en alguien cercano, con quien no podemos evitar sufrir cuando las cosas van mal y sonreír en los momentos más gentiles. En general, no es complicado comprender y casi vivir en la piel de Stoner, aunque confieso que sí me desconecté en algún momento puntual y fallé en ese ejercicio de identificarme con nuestro profesor. Quizás pensando más en el modo radicalmente opuesto en que yo hubiese actuado en su lugar, algo que me resultó inevitable. Un detalle muy subjetivo que no resta méritos a la manifiesta fuerza narrativa de Williams, en un estilo sobrio, directo y nada intrincado que es perfecto para aproximarnos a la singular existencia de Stoner.

Una historia, la de nuestro Stoner, imperfecta como las de cualquiera de los que estáis leyendo estas líneas. Eminentemente realista, con disparidades y contrastes, a veces conmovedora y otras más convencional. A veces más plena y completa, y otras más insípida e inalterable. Una novela que me ha dejado con una sensación que hace tiempo que no experimentaba leyendo: la de haber conocido en Stoner, en sus múltiples defectos y también en sus virtudes, a un amigo. A una de esas personas de naturaleza hermética que se nos hace, con el tiempo y con el paso de las páginas, cada vez más íntimo.