El Juego de Ender (Orson Scott Card)

Todos los lectores tenemos ese puñado de imprescindibles que, de algún modo, se nos resisten, o vamos dejando pasar, postergando indefinidamente su lectura en favor de otras historias. Y a veces no importa demasiado que el género esté dentro de nuestros predilectos. A mí, que soy bastante de ciencia ficción, me ocurrió con la novela que hoy os traigo al Desván. Aclamada, multipremiada, y con una próxima adaptación cinematográfica a la vuelta de la esquina. Orson Scott Card publicaba “El Juego de Ender”, para muchos su novela más notable, allá por 1985. Una historia inspirada en un relato más corto obra del propio Scott Card. Ese pequeño cuento, quién iba a decírselo a este hombre, hoy ha dado ya para una saga que supera la decena de novelas.

Aproximándonos a esta primera novela de la saga, es interesante esbozar el escenario en que Scott Card enmarca toda la historia. Nos encontramos con una sociedad futurista, muy dependiente de lo virtual. Un mundo que, entre otras particularidades, ha visto limitado a tan sólo dos el número de hijos por familia. Pero, como decía, también hay ciencia ficción. Porque el planeta vive bajo la constante amenaza de los insectores, una raza extraterrestre aparentemente empeñada en colonizar el planeta.

En este contexto aparece Andrew (Ender) que desde el comienzo está llamado a ser todo menos un crío normal. Para empezar, es “el tercero”, el tercer hijo en una familia. Una excepción que se debe a que Ender está llamado a ser, prácticamente,  la última esperanza humana en la guerra contra los insectores. Vive junto a su hermana Valentine, a quien adora, y su hermano Peter, que lo maltrata a la mínima oportunidad. Dos personalidades opuestas que tienen, en parte, el punto intermedio en el propio Ender.

Ender, que es protagonista y prácticamente omnipresente en la historia. Será adiestrado en una estación espacial para vencer a los insectores a través de numerosos juegos, simuladores virtuales y batallas que pondrán a prueba sus habilidades y sus actitudes. Si la novela tiene un punto fuerte indiscutible está en el imprevisible Ender, en su evolución y en la profundidad psicológica que Orson Scott Card le otorga para nosotros. Somos testigos de sus pensamientos, de su introspección, de ese aislamiento al que se ve precipitado desde el inicio, de sus dudas y sus remordimientos de conciencia. Pero también de su confianza, su sensibilidad, su perspicacia y lucidez.

Una historia que nos habla de pruebas, de búsqueda, y de superación constante. Y nos retrata un mundo virtual y futurista que va de los simuladores a las naves espaciales y los viajes interplanetarios. Quizás el detallismo que Scott Card persigue, tanto en la ambientación como en la narración de todo lo relativo al entrenamiento y la formación de Ender, resulte a veces en un ritmo que ralentiza un tanto la historia. Quizás sea el único punto negro que he conseguido encontrarle.

Salvo ese tramo, el resto de la novela es ágil, entretenida, y absorbente, permitiéndose incluso ciertos giros en el argumento no demasiado predecibles. Hay detalles y recursos interesantes, como esos diálogos entre el irónico Coronel Graff y el Mayor Anderson que encabezan cada capítulo. Y, sobre todo, hay un final a la altura. Sugerente, sorprendente y que puede entenderse conclusivo. Pero que, a la vez, hace de “El Juego de Ender” una fantástica novela introductoria a la saga, porque deja bastante campo a sembrar y a prolongar la trama. 

Me comentan que Gavin Hood duerme con los dedos cruzados para no estropear algo así.