Calle Berlín, 109 (Susana Vallejo)

No soy demasiado seguidor de series españolas, pero confieso que mientras leía a Susana Vallejo y me dejaba guiar a esta “Calle Berlín, 109”, no he podido evitar recordar algún capítulo de “Aquí no hay quien viva”, una que seguro que todos hemos visto alguna vez. Los tintes son muy distintos, con una trama mucho más oscura y retorcida propia de la novela negra. Pero la estructura sigue un poco el mismo patrón. Pero vayamos por partes.

Nuestro protagonista aquí es Gerard, un agente de policía inhabilitado tras un accidente. Incapaz de desligarse del ámbito laboral, decide investigar por su cuenta la muerte de su antiguo compañero, Pep. Para ello, sólo dispone de un mensaje en su contestador, y de una dirección. Y así llegamos a la calle Berlín, 109, en pleno Eixample en la ciudad condal. A un pequeño edificio de tan sólo tres pisos en que cada vecino parece tener algo que ocultar.

En el Entresuelo conoceremos a Gustavo Adolfo, un hombre sudamericano que no parece trigo limpio desde la primera página. Y también a la atractiva Gabriela, una prostituta de lujo. En el primer piso nos espera Encarna, una estresada madre separada a quien sus hijos, Sandra y el problemático Álex, no dan tregua. También en el primero vive la solitaria Señora Luisa junto a su marido Zósimo, un anciano enfermo de Alzheimer.  Por último, en el segundo piso está Emilio, un hombre soltero, cada vez más demacrado, ninguneado por su jefe y víctima de un stress laboral constante. Y frente a su puerta nos topamos con la vivienda de María Eugenia, una anciana que lleva un tiempo muerta sin que ninguno de sus vecinos se haya dado cuenta. Su fantasma es un personaje más: se queda anclado al presente y deambula por el bloque, irrumpiendo en las vidas de sus antiguos vecinos sin que (casi) nadie repare en su presencia.

Narrada en un estilo muy directo, Susana logra aquí un acertado equilibrio entre descripción, diálogos y acción, imprimiendo un ritmo que hace que, prácticamente, no podamos parar de leer. La historia está dividida en 7 capítulos, cada uno de ellos articulado a su vez a través de las múltiples perspectivas de los personajes. Una bendición para los maniáticos que nunca queremos dejar la lectura a mitad de capítulo. Esa alternancia de puntos de vista es una de las grandes virtudes de esta novela. Sin que apenas nos demos cuenta y casi convertidos en “vecinos cotillas”, Susana nos construye y nos va presentando los perfiles de los personajes que interactuarán en esta truculenta trama. Sin una excesiva profundidad psicológica, pero muy sólidos y creíbles.

Una historia que aúna intriga, asesinatos, amoríos, turbios secretos y una pizca de humor en la cotidianidad del día a día en este particular bloque de viviendas.  Por poner mi “pero” subjetivo de rigor, diría que hay algún aspecto en la guinda de la historia que no he terminado de creerme del todo, y que me guardaré para no spoilearos. Eso sí, el final es de los que cierran casi todos los vértices de la historia y dista bastante de ser típico o previsible.

Anotad bien la dirección: Los cotillas, curiosos y los que somos fans de la novela negra tenemos un punto de encuentro entre páginas. No tiene pérdida.