Joyland (Stephen King)

Con el autor que hoy vuelvo a traerme al Desván (debilidad personal, como muchos ya sabéis) sus lectores hemos viajado a multitud de lugares. A bosques inmensos y perdidos de la mano de Dios, a algún inquietante hotel no menos aislado, a cierto cementerio más que particular, a alguno de esos pueblos americanos que King siempre sabe retratar tan bien… Incluso al pasado nos hemos ido para intentar evitar el asesinato de J.F.K, aunque después descubrimos que era un poco lo de menos. Su última historia, la que he escogido para este martes, nos traslada a Joyland, un parque de atracciones más bien venido a menos en el que recala Devin Jones, nuestro protagonista.

Devin Jones, de 21 años, con aspiraciones literarias y virgen (estamos a principios de los 70, no os asustéis) Un Devin que es al principio la ingenuidad personificada y al que su chica, Wendy Keegan, acaba de abandonar. Con el corazón roto, ciertas intenciones suicidas y “El Señor de los Anillos”, Devin decide irse a trabajar a Joyland durante la temporada estival. Allí vivirá una experiencia inolvidable, pero no tardará en descubrir que el decrépito parque de atracciones guarda un secreto en forma de asesinato. Y es que se cuenta que en una de las atracciones, La Casa del Terror, hay gente que ha visto a Linda Gray, una joven brutalmente asesinada años atrás.

Así expuesto, podríamos intuir erróneamente que nos encontramos ante una historia de terror. Conviene aclarar que, aunque salpicada por constantes dosis de misterio e intriga, el tono de la novela apenas roza el terror en un par de momentos puntuales. Estamos ante el King de sus últimas historias, algo más intimista. Con un punto de nostalgia que me recordó en parte a la genial “22/11/63”, aunque las tramas después son bien distintas.

Arrancaba la reseña hablando un poco de esos escenarios que King ha ido creando para nuestro disfrute a lo largo de novelas y novelas. En este caso la ambientación es, de nuevo, una de las mayores virtudes de “Joyland”. King logra plasmarnos con solidez esa atmósfera propia de un parque de atracciones e incluso recurre a algunos elementos de la “jerga del gremio” por así llamarla, que hacen de algún modo más creíble esta historia.

El otro gran acierto del de Maine son (como casi siempre) sus personajes principales. Magistralmente perfilados, desde Tom y la Hollywood Girl Erin, compañeros de hospedaje de Devin y que se convertirán en amigos inseparables. Sin olvidar a Mike Ross, seguramente el más emotivo de todos los que desfilan ante nuestros ojos: un niño enfermo con distrofia muscular que tiene un don y una actitud única ante lo que le queda de vida. Continuamente oscilante entre un pesimismo realista y un humor negro que desarma por completo al lector.

Sin aproximarse a las mejores historias de King, “Joyland” es una novela conmovedora, nostálgica, e incluso bonita en muchos tramos. Aderezada con una dosis constante de misterio que nos mantendrá en vilo hasta el final, tenemos enmascarada una historia de amistad, superación y búsqueda de uno mismo. Me ha encantado como fan de King, pero creo que es de las que pueden conquistar a cualquier lector. 

La portada que os dejo es de la edición americana, la que yo tengo. Con esos tintes “retro”, me pega mucho más con la historia que hay entre páginas. La de la edición en castellano, es tan neblinosa y siniestra como tramposa, a mi juicio.