El maestro del Prado (Javier Sierra)

Cuando  comencé a estudiar Historia del Arte, allá por mis tiempos de Bachillerato, recuerdo que la asignatura se me hizo muy cuesta arriba. Poco después me di cuenta de que el problema no estaba en el arte que, especialmente en algunos períodos, siempre me ha llamado la atención. Más bien estaba en el hecho de intentar condensarlo todo en un único curso. El temario sólo podría definirse como endiablado y la profesora de turno no ayudó a sembrar ese interés tan necesario.

Después he escuchado decenas de veces aquello de que el arte es pesado, aburrido, complicado, y casi sonrío echando la vista atrás a esa asignatura que al final, aún no sé muy bien cómo, conseguí quitarme de en medio. Pese a ello, aquel año no mermó del todo mi inquietud por el arte, y no creo que sea aburrido. Simplemente, hay que saber plantearlo de forma sencilla. Y creo que, por esto mismo, me ha gustado el libro que hoy me traigo al Desván.

Javier Sierra es de esos autores que, quizás guiado por su instinto más periodístico, siempre consigue presentar sus historias con una simplicidad y una capacidad de síntesis que no todos los autores tienen. Lo que nos propone con “El Maestro del Prado” es un viaje, tan interpretativo como visual, a través de algunas de las obras más reconocidas del museo madrileño. Javier nos invita a mirar cada obra de un modo distinto, incidiendo en detalles en los que de otro modo no repararíamos. Y, de paso, asociándolos con los misterios de las vidas de sus propios creadores. Maestros como El Greco, Juan de Juanes, Brueghel, Leonado da Vinci, Tiziano, Boticelli o El Bosco se colarán entre estas páginas. Sus vidas, y ese arte tras el arte, se nos irán desgranando entre profecías, esoterismo, sociedades secretas y dobles interpretaciones.

Podríamos decir que estamos casi ante un ensayo de Javier hecho novela. Este recorrido pictórico está articulado a través de una de esas historias de madurez y búsqueda en la que un jovencísimo Javier es el propio protagonista. Encontraremos otros personajes como Marina, su compañera de fatigas, o el maestro Fovel, con quien Javier no pude evitar perderse en interminables conversaciones recorriendo las salas de El Prado. Pero la impresión es que esta historia es un poco lo de menos: tan sólo un pretexto y la herramienta de la que Javier hace uso para encauzar su exposición.

Mención especial merece aquí la edición, repleta de láminas e ilustraciones sobre los cuadros que se abordan en la historia, e incluso algún díptico y tríptico a todo color. Una de esas novelas que, por esto mismo, no se me antojaría tan disfrutable en formato electrónico. Si os gusta el arte, merece la pena este viaje al que Javier Sierra nos invita. Y merece la pena enfrentarse a él pasando páginas. Observando cuadros, leyendo, volviendo atrás, observando de nuevo con mayor atención. Una pantalla aquí rompería, creo, gran parte de ese encanto.