Neuromante (William Gibson)

Publicada a mediados de los años 80, “Neuromante” es una de esas novelas casi premonitorias. Notoriamente adelantada a su época, marcadamente futurista, pero que nos dibujaba un mundo que después, que ya hoy en día, es imposible no ver muchísimo más cercano. La novela fue la primera de William Gibson, con la que abrió prácticamente un subgénero dentro de la ciencia ficción, lo que se ha venido llamando cyberpunk. Y que le reportó además la gran tríada de premios en cuanto a ciencia ficción se refiere: Hugo, Nébula y Philip K. Dick.

La trama nos pone en la piel de Case, un hacker informático que, tras haber intentado estafar a su último jefe, ve cómo su sistema nervioso es dañado impidiéndole volver a realizar su trabajo. Y así le conocemos, un tanto gris, preso de su creciente adicción a las drogas, casi malviviendo en los suburbios y los escenarios más míseros de la ciudad. Gracias a varios personajes que se irán entrecruzando en su vida, veremos cómo Case encontrará un motivo para abandonar esta vida. Un nuevo y misterioso encargo, una nueva posibilidad de ser útil y una promesa de cura.

William Gibson construye aquí un universo en el que al lector le cuesta algunas páginas ubicarse, pero que después le engulle sin apenas darse cuenta. Y lo hace basándose ante todo en la tecnología, en lo virtual, introduciéndonos conceptos que hoy no son tan descabellados, hablándonos de Inteligencias Artificiales, de poderosas corporaciones, de robo de información, mundos virtuales, virus informáticos, avanzadas drogas e incluso ciudades espaciales.

Todo ello converge en esta trama que, sirva de advertencia, no deja de ser un punto heterogénea y algo irregular. Tras un comienzo bastante más simple, Gibson da la impresión de que va retorciéndonosla, introduciendo cada vez más personajes, cada vez más de esa humanidad diluida, más elementos y con ellos más giros en el argumento. Confieso que me costó ubicarme en ciertos momentos de la narración, entre personajes, términos casi técnicos, e incluso algún salto temporal y espacial. No obstante, esa paciencia merece la pena para los que somos afines al género. El trasfondo distópico que Gibson nos va construyendo aquí resulta complejo y más que interesante. Sobre todo cuando nos aproximamos desde nuestro prisma, con esos ojos que ven el S. XXI.

Un ambicioso clásico de la ciencia ficción, quizá más desconocido y algo relegado ante otras novelas más directas, más universales y menos técnicas. Una distopía tecnológica y un marco futurista al que en parte, y es casi inevitable pensarlo, nos hemos ido arrimando década tras década.