Ex machina (2015)

La ciencia ficción toca muchos palos y pocos, la verdad, que no llamen mi atención. En este Desván ya han tenido cabida aventuras espaciales, viajes imposibles que a medida que pasa el tiempo intuimos menos irrealizables. Con la película de hoy el viaje y el tema no son tan lejanos, más bien muy cercanos: El cerebro, ese misterio que tenemos cerquita y sin embargo aún estamos tan lejos de conseguir abarcar.

La inteligencia artificial es el tema fundamental en torno al que orbita “Ex machina”, un filme británico con la firma del londinense Alex Garland que llegó a nuestras pantallas a principios de este mismo año. La trama en sí seguramente no es la más sofisticada ni la más innovadora, y es cierto que enseguida se nos vienen a la cabeza otras producciones que, de uno u otro modo, siguen un patrón bastante similar.  Conocemos a Caleb (Domhnall Gleeson), un joven y talentoso programador que de la noche a la mañana se ve elegido para formar parte de un revolucionario experimento del que poco más conoce.

Cuando acude a la cita en un lujoso complejo aislado del mundo, se encuentra con Nathan (Oscar Isaac), su anfitrión y quien parece estar al mando del proyecto. Nathan ha estado concentrando sus esfuerzos en el diseño y desarrollo de Ava (Alicia Vikander), llamada a ser la inteligencia artificial más avanzada conocida. La labor de Caleb será juzgarla en cierta medida, evaluarla y reseñar si su comportamiento es tan próximo a lo humano como su creador pretende.

Básicamente en ese triángulo, sobre esos tres personajes, Garland nos erige un estupendo thriller psicológico en el que la ciencia ficción juega un rol importante. Prima esa estructura más propia del thriller, con un ritmo agradable, una tensión creciente y sostenida y los giros de guión de rigor. Consigue sin duda un particular suspense, el mérito de ubicar al espectador en una historia dosificando mucho las pistas que le permiten avanzar acontecimientos.

“Ex machina” es correcta visualmente pero tampoco es una perla en cuanto a estética, quizá de ahí mi impresión de que la carga de ciencia ficción, aunque obviamente presente, tiende a situarse como algo más bien accesorio. En su defecto explota un recurso curioso y un tanto atípico en este tipo de filmes como son los diálogos. Esa suerte de evaluación de Caleb sobre Ava se escenifica en varias sesiones de conversaciones entre ambos. Diálogos ágiles y trascendentes, auténticos pulsos que nos sirven para ir intuyendo personalidades y para acercarnos a ese gran misterio en que, desde el principio de la cinta, se convierte Ava.

Una muy buena película de las que, en honor al spoiler, conviene desvelar más bien poco. Con uno de esos finales que pueden entenderse como críticos, y que no por predecibles dejan de funcionar como guinda. Más que a los fieles a la ciencia ficción, que también, la recomendaría si os van los buenos thrillers psicológicos.