El juego de Gerald (Stephen King)

No es “El juego de Gerald”, publicada allá por 1992, la mejor novela del autor. Lo sabía antes de comenzar a perderme entre las páginas. Pero sí que es una excusa tan buena como cualquiera para subirme otro King al Desván. Curiosamente, esta es una de sus pocas novelas que, aunque ya proyectada, aún no dispone de adaptación a la gran pantalla.

Y cuando uno cierra la última página, lo comprende en parte. Porque lo cierto es que la trama no se presta mucho a lo visual, y King se decanta más por ese terror psicológico, algo denso y claustrofóbico. Nuestra protagonista es Jessie, esposa de Gerald. Ambos planifican una escapada romántica y terminan en una cabaña próxima a un lago, en un lugar un tanto recóndito. Tras un malogrado juego erótico, Gerald sufre un infarto y fallece. Y nos quedaremos con Jessie, esposada a la cabecera de su cama. Prisionera, del modo más absurdo, en medio de ninguna parte. Y sin aparente posibilidad de liberarse.

Este punto de partida le sirve a King para dejarnos una de esas historias que deriva, por así decirlo, hacia dos vertientes paralelas, pero bien distintas. Por un lado, tenemos esa subtrama en la que vamos conociendo qué ocurre en esa cabaña en la que Jessie tendrá que luchar por su libertad y por su supervivencia, y de la que un servidor no va a revelar mucho más. Y por otro, ante esa prisión física nos topamos con una Jessie que se vuelca hacia la introspección. Es el plano más psicológico de toda la novela, y nos sumerge en una serie de pensamientos, de alucinaciones, de recuerdos. Una oleada de intimidad que es el recurso que nos permite ir conociendo a nuestra protagonista.

Y avanzamos mientras King nos desarrolla una vez más su historia, en este caso a un ritmo más bien calmo y ciertamente irregular. Aún así consigue mantenernos entre las páginas porque logra preservar enteramente el suspense. Consigue mantenernos pegados a las páginas hasta el final preguntándonos hacia dónde pretende llevarnos esta vez el de Maine.

Una novela mediante la que King explora la psicología humana en una situación límite. El presente es la absoluta impotencia de Jessie, y el pasado es ese espacio al que se proyecta buscando no enloquecer. El problema es que en ese pasado, como en esa cabaña, también nos encontraremos sombras.