La que hoy he querido subirme al
Desván es, cuanto menos, una de esas novelas atípicas que ejemplifican la
particular libertad que nos trae la literatura a veces. Porque si existen
reglas o fórmulas en esto de enfrentarse a una página en blanco, me atrevería a
decir que David Cameo se ha saltado
muchas de ellas. Mi impresión tras pasar la última página es la de estar ante
algo genuino, difícil de enmarcar en
un género u otro. Pero ante todo, es la de estar ante la historia que el autor realmente quería contarnos.
Partimos de un “Érase una vez”
inicial que va a recubrirnos la historia con unos tintes de cuento desde los primeros compases. Y
como lector, confieso que solo en los trascendentales capítulos finales he
podido desembarazarme de la sensación de estar, precisamente, sumergido en un
cuento muy singular. “Franz y Greta”
es la historia de estos dos jóvenes, de dos hermanos que un buen día se pierden
en un centro comercial. Franz es el mayor y, como tal, siente que debe asumir
el liderazgo y proteger a su hermana Greta. Ambos terminan en el Departamento
de Niños Olvidados, un lugar que dista mucho de ser apacible. Así que los dos
decidirán huir, escaparse hacia los llamados Territorios Asombrosos. Traspasando,
sin saberlo, una frontera. Derribando
los muros que separan la fantasía de su particular realidad.