La última estación (María de los Reyes Fournier)

Hoy me he decidido por traeros al Desván una de esas historias familiares cuyas luces y sombras nos guían de una generación a otra en un puñado de páginas. “La última estación”, de la mano de la portorriqueña María de Los Reyes Fournier, nos traslada al pueblo de Bethany. Un lugar que, poco a poco, vamos intuyendo amenazado por una serie de disputas en torno a sus tierras contra la provincia de La Fabe, al sur.

En este contexto nos adentramos en el día a día de la familia Mathews. Así conocemos a Armand, el padre de familia, un general del Ejército. Y también a su mujer Rose y a su perspicaz hijo Jaques, casi un niño prodigio. La trama arranca con el complicado nacimiento de dos nuevas Mattews, las gemelas Elizabeth y Margaret. Pero el acontecimiento que desencadena el drama de esta familia vendrá años después, cuando estalla la guerra entre las provincias del norte y del sur. Un conflicto que precipitará a Margaret, junto a su mejor amiga Dana, hacia una huida precipitada que la distanciará del resto de su familia.

Hay aspectos que me han llegado a gustar de esta historia. La autora, en un estilo muy llano y directo nos ofrece un buen retrato de los hábitos y costumbres de los Mathews, una familia tradicional de la época. La descripción de ambientes también se antoja bastante conseguida y los personajes, aunque no tengan una excesiva profundidad psicológica, están dignamente perfilados.

Mª de los Reyes Fournier se decanta por un ritmo bastante vivo que, hay que concederle, nos invita a continuar leyendo y a descubrir qué les depara el burlesco destino a nuestros protagonistas. Un dinamismo que facilita la lectura pero que, al mismo tiempo, me ha chirriado un poco para el tipo de historia que tenemos entre manos. Me explico: sin spoilearos, os diré que en la historia de los Mathews hay bastante de tragedia y de pérdida. Ello contrasta con otros momentos salpicados de alegría y felicidad. El hilo argumental tiene, por así decirlo, una serie de eventos dramáticos que piden a gritos una intensidad que a mí se me ha escapado. No he llegado a empatizar del todo con los personajes en esos momentos, a vivir con ellos su historia o a sobrecogerme por lo que les sucedía.

Una novela que quizás pedía un ritmo menos ágil, más pausado y una narración menos somera, destinada a profundizar en los personajes e impregnarnos de todo lo humano de esta historia. No obstante, os regalará un buen rato a los que disfrutéis con esto de las sagas familiares.

Gracias a Mundopalabras y a la autora por el envío del ejemplar.