La ciudad de los ojos grises (Félix G. Modroño)

La novela que hoy rebusco entre las estanterías del Desván para traeros es de esas que fui dejando pasar. La descubrí por los blogs y un buen puñado de vosotros la habréis leído. Me llamó la atención la trama que se adivinaba y empecé a leer reseñas muy entusiastas. Y como suele ocurrir en estos casos, yo esperé. Del mismo modo que espero cuando surge alguna novedad interesante con todo el bombo del marketing. Supongo que por la única razón de intentar fraguarme mi propia idea, con menos ruido y los menores condicionantes posibles.

Así llegué a “La ciudad de los ojos grises”, de Félix G. Modroño. La historia de Alfredo Gastiasoro, profesor bilbaíno afincado en París durante las primeras décadas del S. XX. Casi se ha olvidado de todo lo que le ataba a su Bilbao natal, a la que sólo regresa cuando algún asunto familiar lo requiere. Pero hay algo que no ha podido dejar atrás: a Izarbe Campbell, su primer amor. Una mujer que ni siquiera la distancia, el tiempo, o las posteriores conquistas han podido borrar de la mente de Alfredo.

La historia arranca con el fallecimiento de Izarbe, hallada muerta en aguas de la Ría de Bilbao, y con el descubrimiento de la noticia por parte de Alfredo en la prensa. Tan fatal acontecimiento precipitará el regreso de nuestro profesor a Bilbao, pero sobre todo a su pasado más personal, que venía rehuyendo en tierras francesas.

La novela se asienta en una deliciosa combinación: la historia de amor entre Alfredo e Izarbe, más imposible a medida que devoramos páginas, por un lado. Por otro, destellos más afines a la novela negra en todo lo que concierne a la muerte de Izarbe y la investigación que tiene lugar tras ella. La novela está narrada en tercera persona omnisciente y organizada en capítulos cortos, algunos de ellos concebidos en forma de flashbacks que nos proyectan hacia el pasado de Alfredo, como si nos zambullésemos en sus recuerdos.

Los personajes principales no son demasiados, pero se antojan redondos y correctamente perfilados. Alfredo es a quien más íntimamente exploramos por llevar la voz cantante. Izarbe, compleja, con un punto de misterio y que me provocó impresiones disímiles en según qué momento de la historia. Sin olvidarnos de Fernando Zumalde, inspector de policía y amigo de la infancia de Alfredo, con su relevancia dentro de esa subtrama de intriga e investigación criminal.

Otro punto a destacar está en la ambientación. Félix nos sitúa con destreza en el contexto histórico a través de noticias, rumores o pequeños acontecimientos, píldoras que se cuelan en la trama y nos ubican en una Europa incierta y convulsa ante la inminencia de la Gran Guerra. Las dos ciudades principales entre las que se distribuye la acción, Bilbao y París, se convierten en escenarios sólidos y evocadores. Esa Bilbao cambiante, en plena eclosión de un modernismo que mueve y a la vez lastra a la gran urbe. Y esa París tentadora, romántica y bohemia por cuyas calles casi dirigimos nuestros pasos.

De vez en cuando aparecen novelas que vuelan entre nuestras manos, nos entretienen pero también nos llenan. Conseguimos identificarnos con sus personajes, reflexionamos con ellos, los vamos descubriendo y nos sorprendemos o emocionamos con cada vuelco que nos depara su historia. Esta vez ha sido el caso. Y ni siquiera el hecho de que como lector partiese con unas expectativas moderadamente altas le ha quitado brillo a esta Ciudad de los Ojos Grises.