Orígenes (2014, Mike Cahill)

La enésima representación de esa irreconciliable batalla entre ciencia y religión, entre lo demostrable y lo espiritual, aparece muy bien retratada en esta película. Y es que Mike Cahill, con “Orígenes”, ha construido una historia en la que el dilema parece estar siempre palpitante. A veces más relegado a un contexto o a un segundo plano, otras casi delante de nuestros ojos, entre diálogos, o en el perfil de los propios personajes.

Michael Pitt se mete en la piel de Ian, un doctor maravillado por los ojos, un tío raro que va pidiendo permiso a la gente para fotografiar sus iris. Así arranca precisamente el filme, con un repentino encuentro rayano en el flechazo que, aparentemente, no parece ir a más. Ian seguirá embarcado en un revolucionario experimento y en el rol femenino a Sofi (Astrid Berges-Frisbey) le perdemos la pista. Lo que volverá a unirlos, y aquí comienza la miga, es difícilmente explicable y muy poco científico. Una gigantesca casualidad, un cúmulo de señales tan ilógicas como evidentes, acercarán de nuevo a nuestros protagonistas. Es el momento en el que vemos el profundo contraste entre ellos, polos casi opuestos. Un Ian racional y metódico y una Sofi heterodoxa y espiritual.

Solo es el primer asalto, la primera de las pruebas a las que Ian irá enfrentando, muchas veces sin quererlo, sus concepciones. También es solo el comienzo de una trama que dará bastantes vueltas, en la que intervendrán más personajes, y de la que no conviene desvelar mucho más. Amor, esperanza, descubrimiento y búsqueda de identidad pero también dramatismo y duelo en una línea bastante equilibrada, con vaivenes verosímiles y el edulcorante justo. Muy amena aún en su pausa si conseguimos entrar por el aro y sortear los postulados científicos que la ficción exige en este caso.

El resultado no es nada revolucionario, y los temas que subyacen los hemos visto abordados cientos de veces y con mil ópticas. Aquí, nos quedamos con un filme en el que destacaría lo simbólico y la elegancia con la que Cahill ha encauzado su trama, en todos sus giros y en todos sus vértices. Y aunque puedo entender a quienes la tildan de pretenciosa, yo he visto una buena película. Cruda en algunos momentos, pero siempre bella y refinada de algún modo. “Orígenes” bebe de la ciencia ficción para alimentar algo que se amolda más a un drama romántico, pero muy digerible. Hasta para los que, como servidor, tenemos el romanticismo justo para pasar el día.