En un vistazo #5: a vueltas con el slasher y Shyamalan en low-cost

LA VISITA (2015, M. NIGHT SHYAMALAN)

Dos hermanos encarnados por Olivia DeJonge y Ed Oxenbould personifican la reciente vuelta de Shyamalan a la cartelera. Becca, apasionada por el cine y el pequeñajo Tyler, un loco por el rap empeñado en forzar la rima de cada sílaba, emprenderán un viaje para pasar una semana con sus abuelos, a quienes aún no conocen. Una visita que nuestros dos hermanos, comandados por una Becca en su salsa, se empeñarán en filmar para el recuerdo. Lo que no esperan es que, con el paso de los días, el comportamiento de los abuelos adquirirá tintes cada vez más inquietantes.

Así, en forma de un found footage de bajo presupuesto, regresa Shyamalan a tontear con el terror. Una película propulsada por ese magnetismo especial de los dos protagonistas que deriva hacia un terror bastante light y algo naïf, no esperemos una gran intensidad ni, desde luego, una explosión de violencia. La apuesta es mucho más sutil. Y efectiva, porque el filme resulta entretenido y no falta ese puñado de sustos bien planteados y ese aderezo en forma de tensión. “La visita” es un thriller ejecutado desde esa inocencia infantil, una línea de la que no se despega ni siquiera en su desenlace, donde un cierto tono adoctrinador no pasa inadvertido. Gustará a los afines al formato, y seguramente también a los fans del mejor Shyamalan, aunque no pasará de ser una obra menor en su filmografía. Pero parece que cosas como “La joven del agua” y “El incidente” han quedado atrás. Y se agradece, Manoj, de verdad.

THE FINAL GIRLS (2015, TODD STRAUSS-SCHULSON)

Si Todd Strauss-Schulson ha destacado por algo en la dirección en estos últimos años, ha sido casi siempre en la faceta más cómica. Comedias, algún híbrido, pero en definitiva ese tipo de películas que pueden llegar a hacernos pasar un buen rato aún siendo malísimas, colorearnos un día gris, con las que podemos soltar varias carcajadas, pero que al final tendemos a olvidar fácilmente. En “The final girls”, que llegará en noviembre a España como “Las últimas supervivientes” y ya en formato doméstico, la línea cómica se mantiene en dosis agradables, pero no es ni de lejos lo que a mí me hace destacarla. Strauss-Schulson se ha sacado de la manga toda una película homenaje a aquellos slasher ochenteros y ha sabido hilvanarla sorprendentemente bien, siendo fiel precisamente a esas tramas a veces inverosímiles y a la exageración propia del subgénero que tanto nos chirriaría encontrar en filmes de hoy en día.

Esa nostalgia como gancho y ese recurso del cine dentro del cine es lo que me ha encantado en esta cinta. La historia de Max, una sólida Taissa Farmiga a quien conocemos perdiendo a su madre en un fatídico accidente de tráfico. Y en pleno duelo, la imposible oportunidad que se le presenta de recuperarla: Durante una reposición de “Camp Bloodbath”, un conocido slasher ochentero del que su madre era una de las grandes protagonistas, un incendio asola la sala de cine. Max y sus amigos, en su huida, terminarán inexplicablemente no fuera de la sala, sino dentro de la película. Y tendremos a Max, a su madre, a la amiga pija, al freak de turno, al rubio guaperas, y a todos los perfiles arquetípicos de la película original dentro de una nueva “Camp Bloodbath”. Con su asesino en serie de rigor, faltaría más. Una esperpéntica horror-comedy y un delicioso guiño que no os podéis perder si os gustaban esas pelis de terror de antaño, aunque soporten regular el paso del tiempo.