Eres extraña. Quizás, en otra época, me habría convencido de que eres especial. Y quizás tras la frase habría asomado una media sonrisa. El caso es que hay tiempos a los que, una vez extinguidos, no podemos volver a acceder. Y el tiempo y algunas heridas me han enseñado a utilizar otros términos.
Eres extraña. A veces ideas monólogos que casi parecen eternos, y otras te pierdes en los más fondos silencios, esos que casi resultan incómodos. A veces dices ser la última romántica, y otras sostienes que eso del amor solo es cosa de la dopamina y la adrenalina. A veces azúcar y, solo horas después, sacarina.
Si me preguntas, te diré que siempre he sido un conformista y que siempre he huido del riesgo. Sin embargo, en realidad, creo que adoro los riesgos. Tal vez esos pequeños riesgos que parecen infantiles, pero riesgos al fin y al cabo. Si en alguno de tus silencios, de esos momentos de ausencia, elevases súbitamente la mirada, probablemente me descubrieses. Mirarte mientras piensas, callas, saboreas un café o haces cualquier otra cosa cotidiana es uno de esos riesgos, casi absurdos, que seguiría corriendo aunque te percatases decenas de veces de ello.
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En tanta fluctuación, jamás hallo el término medio. Me empeño en buscar, tal vez, en el escenario equivocado. Todo para hallar algo que no es nuevo, porque el gris, el equilibrio y la mesura son conceptos más bien neutrales y anodinos, de esos que casi siempre van más conmigo.
Eso te hace extraña. Si no lo fueses, quizás mis casi furtivas miradas no hubiesen empezado a viajar a través de tu perfil a la menor ocasión. No lo niego. Pero muchas veces, demasiadas, echo de menos un punto de apoyo. Un receso en la escalada que me calme, me haga recobrar el aliento y me permita soñar con que no todo será cuesta arriba.
Cada ascenso fallido ha mermado un poco mis fuerzas. No me culpes si intento buscar una rama sólida. Algo a lo que poder aferrarnos si, de pronto, el viento empieza a soplar con fuerza.
Nadie dijo que alcanzar la cima fuese fácil.
Evidentemente no lo es, pero si no se intenta aunque se sufra nunca sabemos de lo que somos capaces.
ResponderEliminarRecibo bien tus actualizaciones. Besos
Ana
¡Oh! El señor Rober que está a mi servicio =D
ResponderEliminarEste tipo de entrada son de las que más me gustan de tu blog, a ver si la próxima.
Te sigo, seguiré leyéndote, espero que tú también, aunque no sé si te gustan todas mis actualizaciones o sólo la de Tino ;)
¡El mismo! =) Gracias por la visita y por el comentario, Samantha. A ver si soborno a mi musa o algo y me sale alguna reflexión o algún relato más ;)
ResponderEliminarHasta donde he leído tu blog (que son sobre todo las últimas entradas) me ha gustado en general. Tengo darme una vuelta por lo antiguo con tiempo. O sea, que cualquier día te despiertas y tienes 20 comentarios de golpe del pesao de turno ^^
Un beso y nos leemos!