Páginas

miércoles, 19 de mayo de 2010

Paleta y muerte (Parte 2/3)

-4-

 

·······-          No puede estar hablando en serio, comisario. – La voz del inspector Amador Sánchez al otro lado de la línea había adquirido un tono de incredulidad que llegó a molestar a Pablo.
·······-          Completamente. Lo he comprobado.
·······-          Pero puede tratarse de una coincidencia.
·······-          Me parece excesiva casualidad. Te aseguro que lo he comprobado, Sánchez. ¿Estás seguro de que encontramos el cuerpo el martes?
·······-          Por completo. Yo mismo levanté acta, lo recuerdo.
·······-          Pues, justo el día anterior, mi hija hizo un dibujo de esa puta fábrica. Justo de la zona en la que encontramos a esa chica muerta. Si es una casualidad es muy inoportuna.
·······-          Desde luego. – Convino su compañero. – Pero, ¿le ha preguntado usted por qué decidió dibujar justo esa zona? Es simplemente una fábrica abandonada, ni siquiera hay árboles, no hay nada que pueda llamar la atención.
·······-          Dice que no puede explicar por qué pinta lo que pinta. Parece que las imágenes le llegan casi como por arte de magia y ella simplemente las plasma. ¿Crees que puede ser?
·······-          Francamente, lo dudo, comisario. Creo que simplemente es una casualidad, no deberíamos darle mayor importancia.
·······-          Espero que tengas razón. Es como si mi hija recibiese una información que no sabe interpretar, quién sabe de quién o de dónde.
·······-          ¿De verdad cree usted en esas cosas?
·······-          No hasta ayer. Pero, Sánchez, no sabes lo que es llegar a casa y ver que tu hija ha dibujado justo la zona en la que has estado hace sólo unas horas examinando un cadáver. ¡Justo esa puta zona!
·······-          Relájese, comisario. Este caso nos está desquiciando a todos, pero tenemos que mantener la calma.
·······-          Después te veo, Sánchez. – Se despidió Pablo, y colgó.
-5-


·······El sonido del licor al contacto con el hielo pareció desvelarle aún más. Al fin y al cabo, poco le importaba. Había logrado dormir apenas dos horas y eran ya cerca de las seis de la madrugada. A las siete tendría que estar en la ducha para llegar a tiempo a comisaría.

·······Necesitaba una copa. Al menos le gustaba pensar que era así. Había pasado ya una semana desde la aparición del último cadáver en la fábrica abandonada de las afueras, el quinto relacionado con aquel caso, y todo seguía prácticamente igual. Y todo seguía obsesionándole. No existía el crimen perfecto, debía haber algo que se le estuviese escapando, alguna pieza que no estaba sabiendo encajar. Pero era incapaz de pensar de qué podía tratarse.

·······Ruth ya se había despertado y se le quedó mirando al salir de su cuarto, aunque no dijo palabra. Pablo prefirió no intentar adivinar qué pensaba de su padre en aquel momento, mientras apuraba una copa sólo unas horas antes de empezar su jornada laboral. Ruth se dirigió al baño y, momentos después, Pablo escuchó el sonido familiar del agua de la ducha. Ruth se había dejado la luz de su cuarto encendida, así que Pablo se dispuso a apagarla antes de ponerse a preparar el desayuno. El aire estaba algo viciado en el interior, así que decidió también abrir la ventana durante un rato. Retiró la persiana permitiendo que la luz del sol se colase en la estancia. En una de las esquinas de la habitación, Ruth iba amontonando cada uno de los cuadros que iba terminando, sin aparente orden. En otra almacenaba lápices, pinceles varios, y demás utensilios. En el centro, el arcaico taburete vacío se encontraba frente a un lienzo cubierto con una suerte de lona de color blanco. Pablo creyó comprender, por unos instantes, la fascinación que aquella escena podía producirle a Ruth cada tarde, cuando regresaba de sus clases. Tras unos momentos de duda, Pablo retiró la lona, descubriendo el lienzo.

·······Estaba prácticamente terminado, aunque seguro que faltaba algún detalle que Pablo, desde su ignorancia, no podía apreciar. Había esperado encontrarse un paisaje natural, una de las cosas a las que más recurrían los artistas. Lo que había escondido aquella lona le sorprendió: No había árboles, ni montañas, ni animal alguno. La imagen que se mostraba era de una calle de la ciudad, como tantas que recorría día a día. Se apreciaban los vehículos estacionados, y en la imagen destacaba, por su posición central, uno de los locales. Pablo tardó sólo unos segundos en reconocerlo y ubicarlo en la ciudad. Notó como el pulso se le aceleraba, tapó de nuevo el lienzo con la lona y agarró su chaqueta. Su teléfono móvil comenzó a sonar justo en el momento en que salía por la puerta.



·······-          Martínez.
·······-          Comisario, hay novedades sobre el “Caso Falange”. Le he llamado en cuanto lo hemos sabido. – Al otro lado de la línea, la voz del inspector Sánchez se mostraba agitada.
·······-          Dime, Sánchez.
·······-          No son buenas noticias… - Comenzó, y se produjo después una pausa. – Ha aparecido un nuevo cadáver.
·······-          ¿Frente al pub irlandés de la Avenida de Praga? – Espetó Pablo. El silencio de su compañero le reveló al instante que estaba en lo cierto.
·······-          ¿Cómo coño…?
·······-          ¿Todavía no lo sabes, Sánchez? Voy para allá. Allí nos vemos.

-6-
·······Pablo notaba cómo el aire de la mañana alborotaba su cabello, algo que seguramente le confería un aspecto horrible. No se había aseado ni duchado aquella mañana, ni siquiera había tenido tiempo para dedicar unos segundos a peinarse. No hacía demasiado que había amanecido. Sobre la ciudad el cielo había adquirido un tono claro, más similar al blanco que al azul, pero si uno dejaba que su mirada se perdiese en el horizonte, se encontraba con algunos destellos amarillentos de la aurora. En aquel momento le asaltó un pensamiento trivial. No recordaba la última vez  que había tenido un muerto delante a aquellas horas tan tempranas del día. Pero claro, nadie era capaz de controlar los pensamientos estúpidos.
·······Hacía escasos dos minutos, había detenido su vehículo junto a los demás, aún escasos, coches oficiales. Se había apeado y se había agachado para eludir el cordón policial que ya había sido dispuesto, en un gesto tan espontáneo como el dar un paso al frente. Algunos agentes ya vigilaban la zona. El inspector Sánchez, por supuesto, ya estaba en el lugar acompañado por la inspectora Sorín, su socia en aquel caso. Los tres se saludaron informalmente, y la visión periférica de Pablo, tan entrenada durante tantos años peinando escenas del crimen, le permitió darse cuenta de que los forenses ya estaban trabajando con el cadáver. Poco después le permitieron comprobar por sí mismo que no había nada en él que se alejase de la tónica del caso: muestras evidentes de violencia en el cuello y en las extremidades, los mismos curiosos símbolos sobre la piel y, por supuesto, uno de los dedos índices parcialmente amputado. Sin huellas ni marca alguna. Más de lo mismo. Otro buen cubo rebosante de la misma mierda.
·······Cuando lo que él llamaba “conversaciones protocolarias” se habían extinguido, Pablo se había quedado como siempre, en silencio, con las manos resguardadas dentro de los bolsillos de su gruesa chaqueta de invierno. Sólo observaba el trabajo del personal forense y pensaba. Era una suerte de momento personal, y así creía que todo el Cuerpo había llegado a asimilarlo, caso tras caso, durante los años en que llevaba al frente de la comisaría. Quizás por eso le sorprendió que Sánchez, en aquella ocasión, osase a perturbar aquel momento.


·······-          Disculpe, comisario. – Comenzó, visiblemente inseguro.
·······-          ¿Es urgente, Sánchez?
·······-          Creo que sí, comisario. Tiene relación con este caso… Necesito su permiso para cierto aspecto de la investigación. – Planteó el inspector. Pablo alejó su mirada de la nada y la clavó en los ojos del hombre que tenía a su derecha, estudiándolo. Y ante sí vio, por primera vez en semanas, a un hombre cansado más allá de lo físico. Lo vio en su mirada. Esa mirada vacua, sin brillo alguno y neutra que tantas veces había detectado en otros agentes, a los que los casos a veces superaban.
·······-          Tú dirás, Sánchez. ¿Algún permiso de registro? Ya sabes que tardaremos en conseguirlo…
·······-          No se trata de eso comisario. Verá… - En aquel momento el inspector hizo una pausa, Pablo supuso que para buscar las palabras adecuadas, y aprovechó para tragar visiblemente la bola de saliva que se le había formado en la garganta. Finalmente se dignó a proseguir. – He tratado el tema con la comisaria Sorín, y también apoya la propuesta… Querríamos abrir una nueva línea de investigación y… dado que su hija es la única vía que parece poder ayudarnos en algo, necesitaríamos… interrogarla. Si usted lo permite, claro. – Apostilló con la última frase. Pero Pablo la percibió como una locución inútil. Tan rápida como nerviosa. Tan nerviosa como inútil.
·······-          ¿No eras tú el que decías que lo de mi hija sería una casualidad? ¿Que todo lo de las visiones no podía ser? – Las preguntas salieron con calma de los labios de Pedro, que mantenía su mirada franca clavada en los ojos de Sánchez.
·······-          Lo sé, comisario. Pero es el único clavo ardiendo al que podemos agarrarnos. No sabemos qué mas hacer, ni cómo seguir con esto. Creemos que es la única salida que nos podría quedar.
·······-          ¿Puedes ver a esos hombres de ahí? – Pedro inclinó la cabeza hacia la zona que ocupaban los forenses, que ya se disponían a trasladar el cuerpo.
·······-          Claro, comisario. – Replicó algo desconcertado su compañero.
·······-          Pues si alguien de esta comisaría intenta interrogar a mi hija, yo mismo me encargaré de que mañana tengan trabajo extra. He dicho.
·······-          Comisario, no quería ofenderle…
·······-          Sánchez, puedes tomarte un par de días. El muerto parecía más vivo que tú. A lo mejor así además se te refresca la mente.
·······-          Gracias, comisario. – Se limitó a responder Sánchez, aunque estaba seguro de que sus palabras ya no eran escuchadas. Pablo se dirigía ya de nuevo hacia su vehículo. Sólo su propia sombra se atrevía a seguirlo a través del asfalto en aquel momento.

4 comentarios:

  1. Ves de noche mucho mejor... :)

    Bueno bueno miz hipotesis de continuacion no distaron mucho de lo leido... da mas "mal rollito" tu versión xDD

    Hubo por ahí un par de frases q me hicieron gracia,no por el contenido zino por ls expresión en si.

    Esperando el desenlace,y como siempre admirando tu don.

    Un besín!!!

    ResponderEliminar
  2. Me alegra que te guste :)

    El relato tiene partes un poco irónicas, humorísticas a veces como dices. He querido hacer algo distinto, pero sin abandonar la "tendencia" xD

    La semana que viene tendrás el final ^^

    Besines.

    ResponderEliminar
  3. Ingenioso y atrevido argumento con una impecable narración y diálogos "vivos" en contenido que se hacen fáciles de leer.
    Un disfrute para todos aquellos que amamos la buena lectura, por cierto mantienes la intriga todo momento de ahí que una esté deseando poder leer la tercera parte.
    Como siempre un placer leerte!!!! Un abrazo Rober!!!!

    ResponderEliminar
  4. El placer es mío de tenerte como lectora, Ana. Sabes que siempre se agradecen tus comentarios :)

    Cuidar los diálogos es algo vital para mí, sobre todo en historias largas. Es algo a lo que antes no solía prestar atención, pero que con el tiempo he intentado mejorar. Es el modo más fácil de dar vida a los personajes.

    ¡Besos y gracias!

    ResponderEliminar