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martes, 25 de mayo de 2010

Paleta y muerte (Parte 3/3)

-7-

·······- Ayer saliste muy pronto a trabajar, ¿no? – Observó Ruth mientras devoraba un seco croissant que dificultaba notoriamente su capacidad de pronunciación. Pablo no pudo evitar sonreír, no por la propia pregunta, sino por el simple hecho de que su hija hubiese mostrado interés por entablar una conversación con él. No recordaba la última vez que lo había hecho, y pensó que quizás, después de todo, aquella mierda de la secta también tuviese su lado positivo si le servía para acercarse a su hija.

·······- Ayer teníamos muchos mendigos que apalear. Nos vimos un poco desbordados. – Replicó sin disimular una mueca triunfal, y Ruth se atragantó con la leche.

·······- Supongo que no soy la única que tiene que madrugar en esta ciudad para hacer algo que no le gusta.

·······- ¿No te gustan las clases?

·······- ¡Venga,  joder! ¿A quién le gusta ir a clase? Me quedaría todo el día pintando en vez de ir. ¿A ti te gustaba ir cuando eras joven?

·······- No. Supongo que no… - Reconoció él.

·······- Pues yo soy rara pero no tanto.

·······- ¿Y cómo va lo de la pintura? – Preguntó él, sintiendo que era la pregunta que había querido hacer desde que se habían dado los buenos días. Ella levantó la mirada de la taza de leche y clavó los ojos en los de su padre. Pablo reconoció aquella mirada, aunque fue fugaz. Era de sorpresa, pese a que Ruth tardó apenas un segundo en disfrazarla de escepticismo.

·······- Últimamente te interesas mucho por mi pintura. ¿Pretendes vivir del talento de tu hija o algo así?

·······- No. Es que lo de comentar lo magnífico que está hoy el tiempo ya se me hace repetitivo.

·······- ¡Vete a la mierda! He empezado otro nuevo ayer por la tarde. No está muy avanzado, pero si quieres puedes echarle un vistazo.

·······- Estaré encantado. Antes de irme. A ver si me inspira un poco.

·······- Pensé que comer donuts no necesitaba mucha inspiración. ¿Te preocupa algo?

·······- ¿Desde cuándo te interesas tú por mi trabajo? – Comentó él, divertido.

·······- Algo había que preguntar. Todavía me queda medio croissant, y los silencios por la mañana me deprimen.

·······- Bueno, hay cierto caso que nos trae un poco de cabeza en comisaría… - Admitió Pedro. Por supuesto, nunca le había mencionado a Ruth nada acerca de él, ni de su relación con lo que ella pintaba. Tampoco en aquella ocasión pensaba hacerlo.

·······- Tranquilo, Sherlock Holmes, tú siempre lo resuelves todo. Menos los sudokus en nivel fácil, claro. Por cierto, suena tu móvil.

·······Era cierto. El sonido era muy débil, porque procedía del baño, y Pablo había cerrado la puerta tras ducharse. Supuso que se habría dejado su móvil en el bolsillo del pantalón del trabajo, que más tarde se pondría, y que siempre dejaba colgado junto a la ducha. Se levantó de la mesa, atravesó con paso ágil el pasillo, entro en el baño y rebuscó en los bolsillos del pantalón colgado hasta dar con su Nokia. Era un número desconocido. Pablo dudó unos instantes sobre la conveniencia de responder o no a aquella llamada.
·······-          ¿Diga?
·······-          ¿Comisario? Disculpe si le he despertado… - Aquella voz femenina resultó a Pablo familiar, aunque fue incapaz de identificarla. Antes de dejar que su interlocutora prosiguiese con la conversación, Pablo optó por interrumpirla.
·······-          ¿Quién habla?
·······-          Soy la inspectora Sorín, comisario.
·······-          ¡Ah! Perdona, Sorín, no te había reconocido. Estoy un poco espeso todavía.
·······-          No se preocupe. Verá, es respecto al “Caso Falange”. – Informó ella con voz firme. Pablo sintió como el pulso se disparaba.
·······-          ¿Está al corriente el inspector Sánchez? Soy vuestro superior, pero es él quien lleva el caso.
·······-          Verá… Hemos encontrado en casa del inspector Sánchez un bote, oculto en un cajón de su estudio. Contiene huesos. Pequeños. Podrían ser las falanges de los cadáveres que buscamos. Los hemos enviado al laboratorio. – Explicó ella, de forma más atropellada de lo que hubiese deseado. Pablo se sintió confuso, se mantuvo unos instantes en silencio y asomó la cabeza atisbando ambos lados del pasillo. No había nadie. Cerró de nuevo la puerta.
·······-           ¿Qué cojones me estás contando, Sorín? ¿Qué coño hacíais en casa de Sánchez? Necesitáis una orden para hacer eso.
·······-          La tenemos, comisario. – Atajó ella con tacto. – Ayer recibimos en comisaría una llamada de su esposa. Quería hablar con alguien que no fuese su marido. Yo misma recibí la llamada. Parece que había encontrado el bote en una limpieza rutinaria en el estudio. Según me contó, Sánchez nunca le habló del caso, pero ella llegó a enterarse a través de la prensa de qué iba el tema. Estaba bastante nerviosa, así que solicité la orden y, milagrosamente, nos la concedieron antes de medianoche. Procedimos al registro de madrugada…
·······-          ¿Y por qué coño nadie me ha llamado hasta ahora? Se supone que soy yo quien tiene que solicitar las órdenes de registro. ¡Y desde el primer momento he dejado clarísimo que quería ser el primero en enterarme de cualquier avance en este caso! – Pablo se dio cuenta, de pronto, que estaba gritando, o al menos hablando a un volumen completamente desproporcionado.
·······-          Disculpe, comisario. Ha sido todo demasiado rápido y nunca me había enfrentado a una situación así.  – Pablo pensó que su tono había cambiado. Era mucho más íntimo, mucho más alejado del neutro y oficial que había utilizado hasta entonces, así que supuso que era sincera. – Asumo toda responsabilidad.
·······-          Ya no importa. ¿Habéis detenido a Sánchez? ¿Tenéis ya los resultados del laboratorio?
·······-          Está en paradero desconocido desde ayer. Su mujer dice que no ha ido a dormir a casa. Quizás se olía algo. Y los análisis del laboratorio nos llegarán esta tarde.
·······-          Dicta una orden de búsqueda y pide de mi parte que doblen las patrullas hasta que aparezca. Si la Nacional nos puede echar un cable y no tenemos que joderle el descanso a alguien, mejor. Y que ellos estén al tanto también.
·······-          A la orden.
·······-          Te veo en un rato, Sorín. Termino de desayunar y voy para allá.
·······-          Hasta ahora, comisario.
·······-          ¡Ah, Sorín!
·······-          ¿Sí, comisario?
·······-          Buen trabajo. Recuérdame que hoy te lleve yo a ti los cafés.
·······-          Gracias, comisario. – Concedió ella con una carcajada.


·······Pablo apuró rápidamente su café y el cuerno del croissant que le quedaba ante la atenta mirada de Ruth, que lo seguía moverse de un lado a otro de la cocina, como si estuviese contemplando un partido de tenis. Pablo se puso su chaqueta y se dispuso a salir por la puerta.
·······-          La bragueta, Holmes. – Le advirtió su hija. Él sonrió y se subió la cremallera. - ¿Dónde vas tan rápido? Te he oído gritar antes.
·······-          A comisaría. Han encontrado algo de ese caso que te comentaba antes. Tengo que plantarme allí como una bala.
·······-          ¿Quieres ver el cuadro antes de irte? Es distinto a todos los que has visto. – Ofreció Ruth, con una expresión sugerente en el rostro. Pablo estuvo a punto de ceder, pero sabía que tenía que llegar a comisaría cuanto antes. Si su hija volvía a enfadarse con él, tenía que correr el riesgo. Sabía que lo que podía encerrar aquel lienzo también podía ser importante, por eso decidió en aquel momento que aquel día se tomaría un par de horas para comer con su familia, y aprovecharía de paso para observar junto a su hija el cuadro.
·······-          Hoy vendré a comer, coméntaselo a tu madre cuando deje de hibernar. Me lo enseñas más tarde, ¿vale? – Prometió él, y se despidió guiñando su ojo derecho. Podría decirse que en aquel momento era feliz.

-8-

·······Ruth suspiró y abrió los ojos. Aquella tarde se notaba espesa. No faltaba demasiado para que concluyese aquel lienzo, pero quería tenerlo terminado para cuando su padre llegase a comer y quizás aquel empecinamiento le estuviese pasando factura. Al fin y al cabo siempre había pensado que empeñarse en algo pocas veces traía consigo algo positivo.

·······Abandonó su taburete y se dirigió a la cocina a por un vaso de agua y a tomarse un breve descanso, para ver si conseguía centrarse.

·······Cuando regresó a su cuarto, hizo algo que no solía hacer: se situó frente al lienzo y observó lo que había estado pintando, aunque aún no hubiese concluido su trabajo. La sensación que experimentó fue extraña. Le pareció que estaba todo mal: el sombreado, el efecto de la luz que incidía a través de la ventana e incluso la propia silueta que proyectaba el caballete.
·······Sin poder evitarlo, concentró su mirada precisamente en la figura que aparecía frente al caballete, acomodada en un sencillo taburete.
·······Y sólo se le ocurrió pensar en cómo había podido retratarse a sí misma con aquel enorme trasero.

4 comentarios:

  1. ........... :o ..................................

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  2. Un final realmente sorprendente Rober, confieso que me ha pillado por sorpresa de ahí lo bueno del relato pues lo que das por hecho y presupones no se cumple. Pintarse a ella misma pasando a ser así la siguiente víctima del caso falange es darle un giro de tuerca más a este magnífico relato.
    Si lo que querías era sorprender y desconcertar al lector, lo has conseguido manteniendo el suspense hasta el final. Creo que este es uno de tus mejores relatos aqunque yo ya tengo varios favoritos.
    Un beso Rober!!!! Buen fín de semana!!!!!

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  3. Gracias a las dos por comentar como siempre, chicas :)

    Como dices, Ana, buscaba "sorprender" un poco con el final. Al fin y al cabo es una de las partes fundamentales de cualquier relato y, si conseguimos sorprender a quien lee, algo tenemos ganado.

    Besos.

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  4. Pues si Rober, sorprender has sorprendido jajaja mira tu que eso no estaba en mi hipótesis de continuación jajajajaja

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