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viernes, 10 de octubre de 2008

"La promesa" (Segunda Parte)

Sumergida en el mar de sus recuerdos, cuando la corriente le arrastró de nuevo hasta el presente, no supo aventurar cuánto tiempo habría pasado hasta que Manu volvió a hablar. De pronto se lo imaginó también desnudo, luchando sin éxito por resistir el furioso envite de las olas, devorando los pretéritos senderos que siempre habían recorrido juntos. Ninguno de los dos los había abandonado nunca del todo.


- Vale... - La voz de Manu había adquirido ese tono inferior que es efecto de la melancolía. - Pero sabes que hay promesas que no se pueden cumplir. Y sabes que si hubiese podido habría cumplido la nuestra.


- Si simplemente pudiese borrar aquella tarde...


- Eso ya no puede cambiarse. No le des más vueltas...


- No puedo. No puedes pedirme eso.


.

.
- Joder... sí que vamos tarde... - Lamentó Noemí mientras veía reflejado su propio semblante maquillado en el cristal de la ventanilla.

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- Tranquila, llegaremos a tiempo. - Replicó Manu con un tono conciliador que surtió su efecto. - Además, ya sabes que siempre llegan tarde.


- Eso espero. ¿Has llamado a Juanjo?


- No he podido. Su teléfono está "apagado o fuera de cobertura", ya sabes. Quizá tenga el día de descanso y esté durmiendo.


El joven detuvo el vehículo frente a un semáforo y comenzó a tamborilear sus dedos sobre el volante en un automático gesto que se había tornado en algo muy característico de su persona. Noemí retocaba el carmín de sus labios sirviéndose del retrovisor exterior. Aquella noche estaban citados para ir al cine a ver una película de terror junto con el resto de sus amigos. Era algo que a todos les encantaba y que solían hacer con cierta asiduidad. Un prolongado pitido de bocina sobresaltó a Manu que parecía haberse sumido en un extraño letargo mientras esperaba a que la luz verde volviese a encenderse.


- ¡Vaya! ¡Un cabrón con prisa! - Murmuró, mientras ponía en marcha de nuevo el automóvil, soltando el embrague con mayor violencia de la que habría empleado en una circunstancia normal. Era una persona bastante propensa a ponerse nervioso al volante por cualquier banalidad como aquella. El vehículo que lo precedía no tardón en rebasarlo cuando tuvo la menor oportunidad. A partir de aquel punto, la carretera se volvía sustancialmente más estrecha, y el firme estaba en peor estado, pero Manu había recorrido decenas de veces aquel tramo.


Noe bajó la ventanilla para intentar refrescar el interior del coche, que incluso a aquellas horas en las que el día tocaba a su fin era un auténtico hervidero. Observó el exterior y percibió la agradable sensación que el fresco viento le provocó al contacto con su cara, que comenzaba a estar empapada en sudor. Observó que una baja bruma comenzaba a formarse en el valle, como si brotara de entre los árboles y descendiese a través de las laderas que lo enmarcaban. Cuando la neblina invadió la carretera, le pidió a su novio que circulase con precaución ante el posible peligro.


- Descuida. - Accedió él. - Sabes que no me gusta ir rápido.


- No te has afeitado. - Observó. - Me gusta


- ¿Sí? - Rió él. - Tomaré nota. Tampoco me he duchado. - Ella soltó una ruidosa carcajada.


- Eso ya no me pone tanto.


- Vaya... no existe el hombre perfecto. Pero me he echado colonia para disimular el mal olor. Eso dice mucho en mi favor, ¿verdad? - Planteó mirándola y arqueando una ceja.


- Si tu lo dices... Pero de cara al futuro te recomiendo que al menos te pases una toallita. - Ahora fue el muchacho el que dejó escapar una potente risotada.


- ¡Madre mía! Noe, soluciones de emergencia, ¿eh?


- ¿Y tú...? ¿No me notas nada extraño? - Preguntó con una amplia sonrisa que Manu imitó mientras la estudiaba con detenimiento a base de rápidos vistazos cuando la conducción le permitía distraerse dos segundos.


- No sé... ¿has crecido un centímetro? - Bromeó. La escasa altura de Noemí siempre había supuesto un recurso válido para las numerosas burlas que Manu acostumbraba a dirigir.


- ¡No, idiota! - Gritó la chica propinándole un fuerte puñetazo que aquél fingió encajar sufriendo un fuerte dolor en el brazo. Tras el teatro de rigor, Manu volvió a simular observar con atención a su amiga, esta vez durante más tiempo.


- ¿Nueva colonia?


- No


- ¿Pendientes nuevos?


- No


- ¿Peinado especial?


- ¡Cuidado!


- ¡Mierda!


Cuando Manu volvió a mirar al frente, hacia la carretera, giró bruscamente y contravolanteó en un acto reflejo. Mientras intentaba recuperar el control del vehículo, los histéricos gritos de Noemí parecían ir a hacer explotar sus oídos en cualquier momento. Todo ocurrió demasiado deprisa.



La frialdad de la lluvia nocturna que durante largo rato había estado regando la zona hizo que Noemí recobrase el conocimiento. Al instante sintió un agudísimo dolor en la cabeza y en la espalda. En un primer momento no recordó nada de lo acaecido. Quizá fue la niebla, ahora mucho más espesa y abundante, la que le brindó los recuerdos: la palabra más larga del crucigrama. De inmediato trató de incorporarse, y al hacerlo sintió sus extremidades terriblemente débiles, y el lacerante dolor en su sien le producía una sensación de vertiginoso mareo que parecía hacerla flotar. A duras penas, logró comenzar a arrastrarse hacia el vehículo siniestrado valiéndose sobre todo de sus brazos.


- ¡Manu! ¡Manu! - Su gemido desesperado se fundió con el eco del ulular del viento, el de la danza de las hojas de los árboles y el del canto de algún búho una y otra vez. Prosiguió con su eterno avance preguntándose cuánto tiempo habría permanecido inconsciente, y si en el intervalo algún otro conductor les habría visto.



Pero se habían salido de la carretera y caído pendiente abajo, por lo que no era probable que los hubiesen localizado. Noemí llamó de nuevo a su compañero, sin obtener respuesta. Aunque no sin problemas, consiguió alcanzar el coche destrozado unos minutos después. Se percató de que tenía una profunda herida en el vientre de la que no dejaba de manar templada sangre, por lo que intentó al menos taponarla en lo posible con su zurda. Al aproximarse más, vio al fin a Manu. Se hallaba recostado sobre el robusto tronco de un abeto cercano, y la miraba con unos ojos que en un principio parecieron transmitir perplejidad. Pero su brillo acristalado y la lividez de la piel de su cara sugería una hipótesis radicalmente diferente. Su mirada continuó fija en el mismo punto del vacío a medida que Noemí avanzaba hacia él con mucha dificultad, contrayendo en su esfuerzo cada músculo de su semblante. No lloró. No al menos hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que su certeza se confirmase. Un ancho charco de sangre reposaba en el suelo, cual si se tratase de una sombra que había adquirido un tono arrosado al diluirse en el agua de la tormenta. La imagen la horrorizó tanto que pareció enajenarla: la impavidez de la que hasta aquel momento había hecho gala la joven dio paso a una sarta de gemidos y gritos guturales acompañados de un llanto incontrolable. Sintió que todo lo que había amado, el hombre al que siempre había admirado y que había traído el rumbo y el sentido a su vida se había marchado, y de él tan solo quedaba un cuerpo inerte y macilento. Uno de los brazos de Manu había sido amputado fruto de la aparatosidad del accidente, y el miembro era ahora visible sobre el charco de sangre, gozando de una truculenta independencia, flotando cual barca de Caronte entre las turbias aguas del Aqueronte hacia el inframundo. Noemí no hizo por reprimir la arcada que terminó vaciando su estómago, y mientras luchaba por intentar reponerse entre lágrimas, una progresiva debilidad comenzó a hacer ceder sus brazos, como si hubiese vomitado las últimas fuerzas que quedaban en su organismo. No tardó en perder de nuevo el sentido.



No había reparado en que había comenzado de nuevo a llover, como en aquella fatídica noche de noviembre, y cuando se cercioró de ello sus cabellos estaban empapados al igual que sus ropas. Las lágrimas descendían a través de sus mejillas, como lo hicieron frente al cadáver de Manu. Noemí los secó con la manga de su jersey y miró hacia abajo. Había amanecido, y la ciudad se resistía a despertarse. Y como tantas veces, de pronto no quiso dar un paso más. Se dio la vuelta, y a sus espaldas no encontró a nadie. Manu no estaba allí, no había estado nunca en las noches previas, ni estaría en las posteriores. No lo había visto desde aquella noche y sabía que no volvería a verlo. Como sabía también que no se había ido, que estaba siempre a su lado. Cumpliendo, en parte, aquella lejana promesa.








Antes de saltar

mira a tu alrededor.

Si vas a abandonar

no olvides mi aliento...

"Algún día" (Skizoo)


5 comentarios:

  1. Oooooh! PRIMER ^^

    Deduzco que hay más partes... asi que hasta que no lo lea entero no voy a opinar (sufre) jaja.

    Aunque de sobra sabes que está genial y que te explicas como nadie... Consigues que me haga una imagen mental perfecta de lo que va ocurriendo, y eso para mí cuenta muchísimo en alguien que escribe.

    Me encanta ^^

    Muchos mimos y hasta dentro de un rato ;)

    P.D. Yo más.

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  2. ***

    ... te perdonaré la vida por haber sido un poquito bueno xDDDD


    ... que voi a decir .... que final .... me encantó ... triste y bonito... bonito y triste ....

    las letras finales de "Skizoo" preciosas...

    PD: "los pilares de la tierra" se podría decir que es "la catedral del mar" a lo grande, osea imagínatelo... si ya nos gustó la catedral...

    Besines

    ***

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  3. Confirmado, nos conocemos ^^
    Recuerdas que ibas a hacer algun relato que no me esperase el final? xD Lo sigo esperando o no? Eh eh eh? Si es que... lo poco que leo me sé más o menos por donde va el final :P
    Pero aún así, sabes que relatas genial cada momento, cada situación, y es muy agradable leerte aun que una chica vomite al lado de su "amigo" (que yo diría que novio pero bueno, eso es lo de menos) muerto. Aisss... pero qué burrito eres, y lo bien que escribes :)

    que obsesion por los accidentes de tráfico ¿eh? aún receurdo ese accidente que se suponía que teniais xD Que yo hasta me asusté y todo por lo del accidente ¬¬
    ¿No puede ser algo menos aparatoso? Un tropezón tonto con un mal golpe en la cabeza o algo así... no sé. Que se resvala en algún lado, o que se duerme y no se despierta nunca ^^ Muertes más light xD

    Besoooos de kiwi pegajosos >:)

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  4. Madre mía, qué miedo me das a veces xDD Va a ser verdad que nos conocemos. ¿Tan previsible soy? Snif snif... Na, sin una muerte aparatosa el relato no tiene gracia, mujer xDDD

    Lapas! ^^

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  5. No eres previsible... no te acuerdas de que te puedo leer la mente? ^^
    Además, sabes que muchas veces sé por donde van tus relatos xD No recuerdas que ibas a escribir un relato que no me esperase el final? y yo te dige que no te veía escribiendo un relato con final feliz... aunque el relato ese que me hizo llorar xD Se puede decir que era un final feloz ¿no? ^^

    Los lapas que tú me mandas más uno! :P

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