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martes, 30 de septiembre de 2008

"La promesa" (Primera Parte)

Promesa: expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo. Nuestro día a día está plagado de promesas. Y no sólo tienen por objeto a los demás. También nos hacemos promesas  a nosotros mismos. “Voy a dejar de fumar” “Voy a empezar a ir al gimnasio” Pero, ¿cuántas de ellas realmente cumplimos, y cuántas no? ¿Y hasta qué punto podemos ser capaces de cumplirlas?

Esta es la historia de una promesa cumplida. Respetada hasta casi rebasar los límites de lo posible.
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Noemí comenzó a temblar cuando una fresca corriente de aire se encaró directamente con su cuerpo, templado bajo las prendas que lo dotaban de una frágil protección, en aquella noche en pleno julio. Sentía cómo el viento alborotaba sus cabellos, y cómo éstos acariciaban sutilmente sus mejillas y su cuello, como en un travieso cosquilleo.


A sus pies, gran parte de la ciudad ya dormía y la oscuridad era casi total. Solamente una vieja farola ya oxidada colocada cada treinta metros, lo que el alcalde había definido como alumbrado público, descorría de vez en cuando el negro velo que la noche había tejido para la ocasión. El jolgorio usual que los más jóvenes solían trasladar a las calles cada madrugada, y que en una ciudad pequeña como aquella nunca pasaba inadvertido, tampoco se dejaba notar aquella noche. Tan solo la vieja planta eléctrica que descansaba desde hacía ya medio siglo sobre la colina opuesta y algún que otro vehículo que atravesaba velozmente la carretera general parecía alejar al lugar de una quietud que, de otro modo, habría resultado incluso incómoda.


La joven avanzó un paso más hacia el vacío sobre el grueso muro superior de su propio bloque de pisos, y se detuvo. Pensó que ojala no viniese, que ojala aquella noche no se presentase y su voz no le hiciese temblar como siempre había ocurrido hasta entonces. De modo casi inconsciente consultó su reloj. Eran las cuatro de la madrugada. Deslizó mecánicamente sus incisivos sobre el labio inferior, recordando que un día, justo a aquella hora, todo había comenzado.



- Se te ve muy callada hoy, Noe. ¿Estás bien?- Observó Marta. El grupo se hallaba en torno a la mesa de siempre, en el bar de siempre, en la que parecía una noche de sábado como otra cualquiera. Noemí llevaba en efecto un rato sin pronunciar palabra, sumida en sus pensamientos. En aquel instante jugueteaba con el hielo que reposaba en el fondo de uno de los vasos situados sobre la mesa, y simplemente alzó la vista, forzó una sonrisa, y respondió que sólo se encontraba algo cansada.

- Pero si aún son… ¡las cuatro, tía! – Objetó Marta. – Aún no puedes tener sueño. ¿Quieres que te pida algo? Así te activarás un poco.

- Vale. – Accedió. – Pero algo suave, no te pases. – Advirtió mientras se levantaba de la silla que ocupaba. – Voy al baño, chicas.

- Te acompaño, Noe. -Sara se levantó y se unió a su amiga. Era una muchacha extrovertida, de estatura más bien baja y algo rechoncha, pero hacía siempre gala de una amplia y viva sonrisa y con su oscura mirada solía despertar bastante interés entre las personas del sexo opuesto. A aquellas horas, el local aún estaba repleto de gente, y por ello ambas tuvieron que ir abriéndose camino entre la multitud hasta conseguir situarse frente a la puerta del servicio. Tres personas más esperaban, y entrarían pues antes que ellas. La espera se prolongó durante unos cinco minutos, tras los cuales Marta se acercó hacia ellas acompañada por un joven al que Noemí no logró identificar, y sosteniendo un vaso de tubo rebosante de una bebida de color azul que nunca había probado.

- ¿Qué coño es eso? – Preguntó alzando la voz para que ésta resultase audible por encima del volumen del griterío y de la música ambiente.

- Algo no muy fuerte, no te preocupes. Éste es Manu, quería conocerte. Ella es Noe. – Las palabras fluyeron con tal velocidad de la boca de su amiga que, cuando Noemí asimiló la información, Marta ya se alejaba mirándola con una expresión pícara como ornamento en su semblante.

- Encantado… - La voz de Manu se quebró como si los nervios le hubiesen traicionado, y aquella fue la primera vez que Noemí se perdió en sus ojos verdes.


Trató de avanzar, de dar un paso más, pero aquella era una de esas situaciones en las que nuestro cuerpo no está por la labor de obedecer órdenes. En las noches previas, durante la mayoría de las cuales había permanecido en vela, no había dejado de preguntarse qué sentiría en aquel momento, qué pensamientos rondarían por su mente, y no pudo evitar sentirse un poco defraudada consigo misma al descubrir que se había bloqueado como tantas veces le ocurría. No había ni un recuerdo más especial de lo habitual hacia su familia, hacia las personas que la habían criado y habían hecho de ella lo que hoy era. Quizá porque simplemente tenía la impresión de que jamás había logrado entablar realmente una relación sólida y especialmente afectuosa con ninguno de ellos, pese a haber convivido años bajo el mismo techo. O quizá porque la imagen de lo que había llegado a ser no le hacía experimentar estima u orgullo alguno, sino más bien desprecio. Se odiaba, pese a reconocer que en otros tiempos había sido una muchacha alegre, feliz incluso. Pero no creía en los ciclos, y la posibilidad de que esos años pretéritos pudiesen reencarnarse en un futuro próximo se le antojaba terriblemente remota. Ahora se odiaba por su frialdad, por su pasividad, por haber reprimido toda clase de emoción desde un tiempo atrás hasta convertirse en un ser plano, pero sobre todo por su modo de pensar, empapado de una dosis de pesimismo que la había ido asesinando en su interior sin posibilidad de reacción.


- Así que, finalmente, abandonas. – Noemí notó cómo el pulso se le disparaba, provocándole incluso cierta sensación de súbito mareo. Por eso se acuclilló y respiró hondo sin dejar de mirar al frente. La voz de Manu, con su marcado matiz quebradizo, se había convertido en algo inconfundible.

- Pensé que ya no vendrías. – Replicó Noemí tras articular una tímida y triste carcajada.

- Siempre vengo, ¿no? ¿Por qué no iba a hacerlo hoy?

- Supuse que quizá te habrías dado por vencido.

- Me conoces y sabes que eso no va conmigo. – Y Noemí lo sabía perfectamente. Jamás podría llegar a conocerlo del todo, y se alegraba de ello, pero cinco años conversando casi a diario y compartiendo momentos era tiempo suficiente para afirmar que le conocía.

- Nunca cambiarás. – Musitó con la mirada perdida, aunque con una curiosa sonrisa asomando en su rostro. A continuación, un denso silencio pareció intentar zanjar la conversación.

- ¿Cuántas noches voy a tener que verte aquí arriba, tan lejos de todo? – Manu era directo, y esa peculiar combinación de descaro y franqueza maravillaba a su amiga. Quizá no fuese la persona más sutil del mundo a la hora de decir las cosas, pero transmitía llanamente lo que pensaba, sin temores y sin rodeos triviales.

- Pocas más, espero. – La muchacha tragó saliva con cierta dificultad y alzó la vista. Una fina línea de color azul claro parecía aproximarse desde la lejanía, pintando el horizonte como si buscase abarcar la antigua central eléctrica. En unas horas, la oscuridad propia de la noche cedería ante un cielo que comenzaría a clarear progresivamente, primero adoptando violentos tonos cálidos, para después adoptar otros fríos, como un triste azul o un aún más melancólico gris. Noemí intentó que la emoción no perturbase su voz.

- Hace años… hicimos una promesa, ¿recuerdas?



Era una de aquellas primeras noches de verano en las que parece que incluso el propio olor del aire ha cambiado, como tras una poderosa tormenta que ha hecho variar la dirección del viento. Manu y Noe caminaron casi a la par durante los últimos metros en los que los descomunales pinos les flanquearon, hasta llegar a un amplio claro que ofrecía una interesante vista a la ciudad. Al acercarse al descampado comprobaron que no eran los únicos que habían escogido aquel lugar, sino que varias personas yacían sentadas en el suelo, la mayoría de las cuales se distribuían en círculos formando grupos, aunque también estaban presentes varias parejas y algunos críos. Noemí, que lucía un florido vestido de verano, y Manu, que estaba ataviado con unos cortos vaqueros y una camiseta fina, buscaron acomodo sobre una roca ovalada algo alejada de los presentes.


Desde la irregular ladera oriental de aquel monte, y con la límpida oscuridad que abrazaba el vale frente a ellos, la ciudad, con el resplandor de cada farola o el que escapaba de cada morada, se asemejaba a un lejano universo, al inmenso cielo de una oscura noche en el que cada estrella era reflejo de una vida. La de una familia que cada noche se congrega frente al televisor para disfrutar de su serie favorita, pero también la de una humilde hoguera que hace las veces de calefactor en cualquier barrio marginal. Desde lejos, no podría diferenciarse una de otra. Desde la proximidad del que cada noche deja que su mirada se pierda entre las llamas, o en una pantalla televisión, quizá tampoco. Noemí pensó en que sin duda a veces la distancia no distorsionaba la realidad, sino que la hacía asimilable. Era una de esas aparentes incoherencias que a veces son tan solo eso: aparentes.


Se mantuvieron inmersos en el silencio durante cerca de un cuarto de hora. Pero no fue aquel uno de los incómodos silencios que, por regla general, solemos evitar o tratar de romper. Aquel era un silencio necesario, inusitadamente oportuno, durante el que las leves caricias reemplazaron a las palabras. Ni siquiera cuando la variedad de colores con la que los fuegos artificiales salpicaron el cielo se situó a su altura, cesaron los susurros de sus dedos. Cada 20 de julio tocaban a su fin las fiestas patronales, y posiblemente era el único momento del año en el que las calles se veían repletas de gente. Todos los años había auténticas disputas para conseguir un lugar adecuado en el que nada obstaculizase la visualización de los fuegos de artificio que constituían la guinda para el pastel, pero aquel 20 de julio Manu había pensado en que ese momento fuese algo más especial. Y cuando la traca final dejó paso al silencio y el olor a pólvora descendía hacia las calles, Noe lo comprendió, y rodeó el estrecho cuello de Manu con sus débiles brazos a la vez que dejaba su cabeza reposar en la firmeza de su pecho.

- Prométeme algo. – Susurró casi, quizá temiendo romper la magia que el silencio había traído a aquel momento. Al ver que Manu no respondía alzó un poco la mirada. Él mantenía sus ojos clavados al frente en el cielo. – Prométeme que siempre estaremos juntos. Dime que todo va a ser siempre así.

- Te lo prometo. – La respuesta llegó sin vacilación. Habría esperado una reacción más tardía por la sorpresa que la petición pudiera causar en Manu, pero éste parecía haberla casi previsto. Ella sonrió y se incorporó hasta posicionar su rostro frente al de su compañero, para fundirse ambos en un beso lento y torpe...

6 comentarios:

  1. Porque me voy a mimir (que he quedado con alguien) que sino me lo leía ahora mismito. Pero... PRIMER!

    Mañana me lo leo q tengo el día libre :D

    Quiéreteeee q sino no te quiero!! jeje.

    Besotes miiiiil

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  2. ***

    Yo cuento más como PRIMER (lo sietno "Manita") porque lo leí xDDDDD

    ... MmMm ... las fotos como siempre muy bien escogidas... el escrito como siempre perfecto...

    Ahora solo queda la espera de que me subas aquí el final de la historia jajaja

    .... Ah! por cierto ... estúpido, tonto, imbécil ... xDDDD ayer te prometí que te insultaría, y como ves ésta es una de esas promesas que cumplo :P

    Besazos <>

    ***

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  3. Pero QUÉ BONITO! Para que luego yo me atreva a decir que no eres romántico... *_* Vamos, me hacen a mí eso y... lloro! jeje.

    Lo prometido es deuda. Mi mañana libre dedicada a leerte ^^

    Va dormilón, levántate ya! Claro, anoche con la peli no te querías ir a mimir eeeh jijiji.

    Un besote enoooooorme

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  4. Precioso.... como siempre.... *.*

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  5. Pues no sé tus promesas personales, pero las que me has echo hasta ahora, has cumplido todas :) Al menos las importantes ^^


    Estooo... Tú y yo también nos conocemos...
    Manu está muerto? ¬¬
    Bueno espera, que me voy a leer la segunda parte :)

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  6. Prométeme... prométeme que me querrás eternamente *-*

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