La última noche en Tremore Beach (Mikel Santiago)

Mikel Santiago es uno de esos nombres que últimamente suena, y cada vez más fuerte, en esto del thriller nacional. “La última noche en Tremore Beach” es su primera novela, la que nos hizo descubrirle y acercarnos a su narrativa. Ante las dudas, siempre me gusta aproximarme a nuevos autores desde las primeras obras. Llamadlo manía, o una especie de obsesión por ser partícipe de la evolución en las tramas, las letras, o los personajes.

Esta historia nos sumerge en la piel de Peter Harper, un compositor venido a menos que parece haber perdido su estrella, esa inexplicable llave al éxito que tenemos por inspiración. Y también su musa, víctima de un complicado divorcio. Buscando recuperar la primera y alejarse en parte de la segunda, Peter termina recalando en Tremore Beach, un pequeño e idílico pueblecillo en el que nos cuesta poquísimo ubicarnos. Peter, aún adaptándose al lugar, a sus pobladores y a las nuevas amistades entabladas, comenzará a sufrir de una serie de sueños y alucinaciones a cada cual más intensa e inquietante.

Narrado lo justo, lo primero que despierta la curiosidad de este lector devorador de thrillers es la madurez de esta historia que nos deja Mikel. Especialmente teniendo en cuenta que estamos ante un debut literario, y no siempre son del todo satisfactorios. Acostumbramos a toparnos con pequeños altibajos en cuanto a ritmo, con personajes que de tan fieles a su cliché se antojan artificiales, con diálogos demasiado forzados… Son detalles que es inevitable que lastren en parte la experiencia lectora, y que tienden a pulirse a medida que se van sucediendo más novelas. Con Mikel me ha ocurrido todo lo contrario. Su historia no es la más innovadora, ni seguramente sus personajes los más cautivadores o los más magnéticos. Pero tiene ese equilibrio y esa naturalidad que esgrimen los autores más avezados, pero que tan complicado es encontrar entre primeras novelas.

Con Peter Harper, indiscutible protagonista de toda esta historia, no siempre es posible empatizar. Tiene la virtud de lo imperfecto, comete errores, toma decisiones opuestas a las que el lector tomaría, se muestra débil en muchas facetas. Pero nos resulte más o menos simpático, podemos creérnoslo y asimilar ese perfil de artista frustrado. Por otro lado, el elenco de secundarios más relevantes se rige por un patrón similar: nos muestran su fachada, no nos cuesta contemplarla, pero también comenzamos a atisbar sombras tras ellas.  Y sin  ellas, sin ese espacio hacia lo umbrío, no tendríamos intriga: nos quedaríamos sin misterio.

El escenario también contribuye, Tremore Beach nos traslada a la vida en un pequeño pueblo prácticamente aislado. Tranquilidad, desconexión, reinicio. Pero también la otra cara: pocos habitantes, la soledad como constante y las particulares relaciones que se van estableciendo entre los moradores. Todo esto queda estupendamente  reflejado en la novela y ese escenario, a su vez, no deja de ir amoldándose al desarrollo argumental. La típica tormenta ligada a los momentos de mayor tensión es el mejor ejemplo. Un recurso que, aunque manido, es siempre agradable y efectivo en este tipo de historias.

En resumen, si buscáis una lectura de desconexión, de esas en las que no cuesta meterse, “La última noche en Tremore Beach” cumple holgadamente. Un amenísimo thriller aderezado con toques de acción y terror psicológico realmente bien administrados. Un debut sorprendentemente bien ejecutado, de esas novelas que prácticamente engullen al lector. Y un nombre, el de Mikel Santiago, al que habrá que seguir la pista. Aunque haya que tomar el mal camino.