Abordando hoy un género de esos a
los que no soy tan asiduo, llegamos a la archiconocida “Lost in translation”,
un filme que regresó a mí esta vez en forma de reposición televisiva. Una
película con la que me he topado varias veces y que puedo decir que es un caso
extraño. Porque no es mi género, ni siquiera el reparto se cuenta entre mis
favoritos, pero es de esas historias que nunca me han chirriado, que no me
canso de ver.
miércoles, 25 de febrero de 2015
miércoles, 18 de febrero de 2015
Las vírgenes suicidas (Jeffrey Eugenides)
“La verdad era esta: comenzábamos a olvidar a las hermanas Lisbon, y no recordábamos nada más. Ya se desvanecía el color de sus ojos, la situación de sus lunares, hoyuelos y minúsculas cicatrices. Hacía tanto tiempo que no veíamos sonreír a las hermanas Lisbon que ya nos costaba recordar sus apretados dientes”
A veces uno se topa con historias
de las que no es fácil hablar, y recomendarlas ya es todo un riesgo. Jeffrey Eugenides nos deja con “Las vírgenes suicidas” una de esas
historias. Cuesta olvidarla ya como historia. Como mera sucesión de hechos,
está destinada a impactar y a remover al lector. Porque es una ficción que roza
la realidad, lo vemos en muchos de los temas que Eugenides abarca en estas
páginas. Quizá su mayor mérito sea precisamente ese: haber sabido aproximarnos
a esa particular fuerza que desprende lo
real, lo que vemos más próximo que imposible.
miércoles, 11 de febrero de 2015
As above, so below (2014)
“As above, so below” es otra de esas rarezas que de vez en cuando
me da por subirme al Desván. Otra de las que, al menos de momento, no
encontraremos en nuestras carteleras. Volvemos al found footage, al bajo presupuesto, al terror y a esa grabación
casi subjetiva en primera persona. Y en este caso tenemos un filme que apuesta
descaradamente por la claustrofobia que genera un escenario de sobra conocido
por todos: nada menos que las catacumbas
de París.
miércoles, 4 de febrero de 2015
Kallocaína (Karin Boye)
En un mundo deshumanizado, en una
sociedad autoritaria en la que el
individuo se halla sometido al grupo, al Estado, nos encontramos con Leo
Kall. Leo, que vive junto a su mujer y trabaja como científico, dará con un
descubrimiento cuyas repercusiones no puede ni imaginar: la Kallocaína. Una suerte de suero de la
verdad. Una sustancia que, una vez inyectada en el cuerpo, reprime cualquier autocontrol
por parte del sujeto. Y cuando eso ocurre, cuando cada uno no puede evitar
decir lo que realmente piensa, Kall se topará con algo peligroso para el
Estado.
De esta premisa parte la novela
que hoy me traigo al Desván. Muy en la línea de esas grandes distopías clásicas
que proliferaron en torno a los años 40 (“1984”, o “Un mundo feliz”,
la sueca Karin Boye nos dibuja aquí
otra de esas sociedades totalitarias, en las que el Estado ejerce un control
casi absoluto. Abarcando aspectos como la
educación, la cultura, la propia natalidad, llegando a invadir la esfera íntima de la población. Boye, que
durante su vida entró en contacto tanto con la Unión Soviética como con la
Alemania de Hitler, plasmó aquí sin duda el miedo, la inquietud del futuro ante
lo que sus ojos veían.
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