En picado (Nick Hornby)

Martin es un afamado presentador televisivo cuya carrera se ve truncada tras un escarceo sexual con una menor. JJ es solo repartidor de pizzas, pero esconde una de esas ambiciones que, por irrealizables, amargan más que endulzan su existencia. Maureen vive sin hacerlo, aplastada por la rutina y encadenada a su hijo discapacitado. Y la inestable Jess vive con un trauma familiar, problemas en casa, y también parece haberse encaprichado del tipo equivocado. 

Por eso y por alguna cosa más que prefiero que descubráis vosotros mismos, existe esta historia. Porque estos cuatro personajes comparten una idea: la de terminar con sus vidas, cada cual desgraciada a su modo. Y no solo eso, sino que por esos caprichos del destino que tenemos que concederle a la ficción, deciden hacerlo en el mismo escenario y en el mismo momento. Y así cuatro personas radicalmente distintas, cuatro vidas que tienen poco que ver, se funden en Toppers’ House, en pleno Londres, durante la noche de fin de año.

Y con este antecedente arranca esta “En picado”, una novela del británico Nick Hornby que me ha parecido, ante todo, precisamente muy británica. En esas píldoras de humor que la narración nos regala cada poco, sobre todo. Pero también en la crítica y en las reflexiones a las que cada uno de los protagonistas nos va arrastrando.

Como podréis intuir, en ellos está la auténtica miga de la historia. Cuatro personalidades totalmente delimitadas, que Hornby va cincelando página a página, palabra tras palabra y diálogo tras diálogo. Porque las conversaciones, creo, aquí son fundamentales. Tan importantes como el campo que el autor concede al monólogo casi intimista de cada uno de los protagonistas. Son las pistas que deja al lector para ubicarse en la historia, para conocer a cada personaje.

Y lo cierto es que son suficientes, porque pese a no ser una novela extensa, “En picado” deja en el lector ese regusto de lo familiar. De haberse asomado a cada una de estas cuatro vidas, y de haber sido testigo de las escenas que los propios implicados nos van narrando. Así va articulándose la novela, en capítulos esencialmente breves que permiten al autor ir repartiendo el protagonismo. Alternando las perspectivas de cada uno de los protagonistas, concediéndoles o retirándoles la voz narrativa. Como si más que escribir, Hornby fuese aquí un concienzudo moderador. Y de los buenos, de los que saben perfectamente en qué momento parar y quién va a “hablarnos” a continuación para mantenernos pegados a esta historia.

Una novela que, como comentaba en algún blog, me hizo evocar al finés Paasilinna y a aquel “Delicioso suicidio en grupo” Supongo que por eso, entre otras cosas, terminó en mi estantería. Dos premisas parecidas para dos novelas, y dos enfoques, bastante diferentes.