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martes, 23 de marzo de 2010

Los rumbos de la vida

Cuando cae la noche, también cae la calma. Plomiza. A veces férrea. A veces demasiado. El cielo se tiñe de un negro perfecto y las aguas, siempre celosas, lo imitan. Sabes que siempre he mirado al horizonte. Aunque sé que es más adecuado mirar simplemente al frente y explorar las aguas más cercanas, tú sabes que siempre he tenido ojo y medio en esa mágica línea que lo divide todo: el cielo de lo que deja de serlo, y el presente de lo que queda por llegar.

Cuando cae la noche, y ya sin guía, es mucho más sensato detenerse y aguardar el amanecer. ¿Sabes? A mí hace poco que lo sensato o lo correcto me importan tanto como ese Dios en que algunos creen. Supongo que me he dado cuenta de que intentar hacer siempre lo mejor sirve de bien poco. Así que me concentraré en remar, que es lo que siempre he hecho. Ahora puede que no tenga un rumbo fijo, pero llegaré a alguna parte. Dos brazos reman menos que cuatro, y a veces podrás verme a merced de la corriente, pero paso a paso la tortuga adelantó a la liebre.
Durante estos meses, quizá me acostumbré demasiado a tenerte frente a mí en esta barca. Al olor de tu piel y al roce de tus cabellos cuando alguna caprichosa racha de viento decidía hacerme ese regalo. He de reconocer que, si alguna vez en mi vida he llegado a descubrir un horizonte nítido, quizá hasta próximo, ha sido entonces, y contigo. Me sorprendió que decidieses cambiar de rumbo, aunque supongo que la vida no es más que una mera sucesión de cambios de rumbo. Posiblemente por eso, no muchos llegan a alguna parte. Me sorprendió tu cambio de rumbo y, con el paso de los días, me defraudó que te marchases. A veces este mar se antoja inmenso y, aunque de corazón soy incapaz de culparte, me dejaste remando solo cuando más falta me hacían tus fuerzas. Ahora, poco a poco, día tras día, voy remontando a trompicones la corriente.


Ojalá hayas optado por el mejor rumbo y nunca tengas que rectificarlo. Si has de hacerlo algún día, probablemente me encuentres. O quizás navegue ya demasiado lejos como para que puedas alcanzarme.
Nunca se sabe qué nos depararán nuestros rumbos mañana.

1 comentario:

  1. Triste canto amigo mio el que lanzas al viento, me aflige tu dolor y lloro en silencio por lo que pudo ser y no fue. El dolor pasará con el tiempo y te traerá añoranza de lo vivido pero si te aferras a ese remo y a esa barca, llegarás algún día a un bonito puerto en el que atracarás y sanarás tus heridas.
    Un abrazo amigo!!!!

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