“Alguien especial”
·······Ahora que se encontraba a su lado, no era difícil darse cuenta de que, durante todos aquellos años, había estado buscando sin éxito alguien tan especial. Y se lo había imaginado de muchas formas. Cómo sería su rostro, el tacto de su piel, el color de sus ojos, el tono de su voz… No podía evitar que una media sonrisa se dibujase en sus labios ante una fantasía que ahora, hecha realidad, parecía tan absurda.
·······
·······Pero, sobre todo, recordaba haberse preguntado cientos de veces cómo sería el lugar por el que pasearían, ya de la mano, por vez primera. Quizás susurrándose palabras inaudibles salvo para ambos dos, tal como justamente hacían en ese momento.
·······
·······Aquel lugar en el que se encontraban, sin embargo, nunca había aparecido en su imaginación para aquella situación. Al fin y al cabo, ¿quién iba a suponer que el pequeño camposanto a las afueras de la ciudad pudiera convertirse en un escenario tan dulce?
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·······
·······Un tímido viento agitaba el compacto ramaje de los cipreses, que parecían danzar a su alrededor. Simplemente habían arrimado la pequeña verja al entrar, sin llegar a cerrarla, y ahora su chirrido se sobreponía fácilmente al canto de los grillos. Un perfume floral y fresco parecía flotar permanentemente entre las tapias, y la densa humedad del lugar parecía condensarse en el rostro de Alba en forma de diminutas y aisladas gotas de agua.
·······
·······Al principio se había sentido extraña. La noche parecía engullir los nichos y las pequeñas estatuas que se alzaban. Pero fue sólo hasta que él enlazó aquellos largos y venosos dedos con los suyos. Aquella caricia, aquel gesto tan fácil, la hacía sentirse fuerte ante todo. Y cuando le correspondió apoyando su cabeza en el firme pecho de él, se convenció de que en aquel momento nada podía hacerle daño. No importaba que le mundo se terminase en aquel instante, ni lo que las sombras pudiesen ocultar más allá del haz de luz de su linterna.
·······
·······Al cabo de unos minutos, fue ella quien decidió romper el silencio.
·······
·······- ¿Por qué me has traído aquí?
·······- Es que el cinco estrellas adonde iba a llevarte está completo. – Rió. – Pero esto no estará mucho peor.
·······- Y así, además, te ahorras las flores y las velas. ¡Rata!
·······- ¡Mira, eso no se me había ocurrido!
·······- En serio, ¿por qué aquí? – Insistió.
·······- Bueno, antes me has preguntado a qué me dedico, ¿no?
·······
·······Era una de las primeras cosas que había querido descubrir de él, sin saber muy bien por qué. Se habían conocido aquella misma noche, en una recoleta taberna ubicada en el barrio antiguo de la ciudad, y ni siquiera Alba sabía muy bien por qué lo veía como alguien tan especial sin conocerse apenas. Ni por qué su contacto la atraía tanto, ni por qué estaría dispuesta a confiar ciegamente en él.
·······
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·······La última frase que él había pronunciado la inquietó, y cuando le confió que trabajaba como sepulturero en aquel lugar desde hacía una década, no pudo evitar estremecerse.
·······
·······- ¿Te da miedo? – Preguntó él con una voz queda, y sin reprimir una carcajada.
·······- No. Es sólo que… - Se apresuró a replicar ella, pero las palabras parecieron acumularse en su garganta, estorbándose unas a otras, y sólo pudo titubear.
·······- Es una profesión como otra cualquiera – Explicó él, algo más serio. – Y tiene sus ventajas.
·······- Me encanta cuando te pones serio. Y, ¿qué ventajas puede tener trabajar aquí, alejado de todo?
·······- Esa, para empezar. Trabajo alejado de todo y de todos, en tranquilidad. Sin jefes, sin imposiciones, en un lugar donde nunca pasa nada. Tiene su magia.
·······- Creo que no compartimos la misma idea de magia. ¿Y no tienes miedo?
·······- ¿Miedo? ¿A que me salga un fantasma de alguna tumba o algo? ¿Crees en eso?
·······- Algo. Pero me refería más bien a que estás sólo y lejos de todos. Cualquier loco podría entrar aquí y hacerte algo.
·······- Ya te he dicho que llevo aquí más de diez años y nunca ha pasado nada. Bueno…
·······- ¿Qué?
·······- Una vez pasó algo: Al anterior enterrador lo asesinaron. Lo enterré yo mismo ahí, justo donde estás pisando.
·······- ¡Vete a la mierda! – Espetó ella, y golpeó su hombro con toda la fuerza que pudo. Su grito, y la estridente risa de su compañero, se desvanecieron en la negrura que los rodeaba.
·······
·······Alba sentía frío en un principio, pero con el paso de los minutos fue olvidándose de ello, o acostumbrándose a la temperatura.
·······
·······- ¿Me esperas aquí un momento? He olvidado el champagne en el coche. – Bromeó él, entregándole la linterna. – Sólo será un segundo.
·······- ¿Piensas dejarme aquí sola?
·······- Sólo un segundo. Si tardo más, te doy permiso para irte con el primero que pase por esta zona tan transitada.
·······- Si no estás aquí en diez minutos, creo que me abonaré a la necrofilia.
·······
·······Vio su sombra alejarse y se quedó allí plantada aguardando. Se entretuvo buscando la tumba más antigua de todas las que la rodeaban. Resultó ser la de un sacerdote fusilado por los republicanos durante la Guerra Civil, según rezaba la leyenda. Durante la particular exploración que estaba llevando a cabo, el haz de luz de la linterna iluminó una zona del camposanto que le llamó extrañamente la atención. Atravesó un pasillo húmedo y angosto, flanqueado por formaciones de musgo que se adherían a ambas tapias, y se detuvo a observar el área del cementerio que se mostraba ante ella. Se correspondía sin duda con una de las esquinas, y no ocuparía más de unos setenta metros cuadrados. Lo primero que llamó la atención de Alba fue la ausencia de nichos aprovechando los muros. Había sido tónica habitual en aquel lugar desde que había entrado. Sí podía apreciar un considerable número de lápidas que emergían de la tierra. Cuando Alba buscó la misma distracción que sólo unos momentos antes, reparó en que las lápidas eran completamente planas y lisas. No presentaban grabado alguno.
·······
·······
·······No pudo evitar que, por algún motivo, un temor sacudiese violentamente su espalda. Se dio instintivamente la vuelta, enfocando con la linterna, para descubrir sólo la soledad a su espalda. De pronto, aquel lugar se le hacía demasiado grande, y deseó haber reprimido su curiosidad y haberse quedado esperando la vuelta de su compañero. Avanzó con toda la decisión que fue capaz de reunir hacia la lápida más próxima y se dispuso a examinarla más de cerca. Quizás al menos el nombre de la persona a la que aquellos restos pertenecían figurase en algún lugar de ella. Pero no consiguió encontrar nada, ni en esa lápida ni en ninguna otra de aquella zona. Se percató además de que todas ellas eran idénticas, algo que le había pasado inadvertido hasta el momento.
·······
·······Permaneció acuclillada frente a una de las losas, tratando de imaginar a quién podría estar destinada aquella parte del cementerio, hasta que una voz a sus espaldas la sobresaltó y la hizo incorporarse.
·······
·······- Te has perdido un poco, ¿no? – Comentó él, y sus dedos volvieron a encontrarse entrelazados. Alba notó su tacto algo rugoso y templado. Aquella simple sensación pareció serenarla.
·······- ¡Qué susto me has dado! ¿Siempre eres tan rápido?
·······- Cuando me interesa. – Aseveró él. Avanzó un paso más e inclinó su cabeza para besar la nuca de ella. Alba notó su aliento entre sus cabellos y el contacto de sus labios. Él desplazó su mano derecha hasta el vientre de ella, atrapándola en un débil pero caluroso abrazo. – Estás seria. ¿Te pasa algo? ¿Quieres que nos vayamos ya?
·······- No… no te preocupes. Es sólo que… - Comenzó la joven, pero se detuvo para barajar su realmente merecía la pena formular aquella pregunta, si en realidad tenía importancia. Quizá lo mejor era irse de aquel lugar, como su amigo le había propuesto, y olvidarse de todo. Finalmente, desechó aquella mala corazonada y prefirió saciar su curiosidad. Al fin y al cabo, él trabajaba en aquel lugar y debía tener respuesta para su pregunta, y no creía que le importase confiársela. Así que, pasados unos pocos segundos, se limitó a hacer un fugaz gesto con su cabeza señalando el campo de tumbas.
·······- ¿Quiénes son? – Preguntó al fin. Se sucedió más tiempo del necesario antes de la escueta respuesta.
·······- No creo que quieras saberlo. – Suspiró él. Alba notó cómo el pecho de él se deshinchaba al disminuir la leve presión que ejercía sobre su espalda.
·······- ¿Qué pasa? ¿Es algo malo?
·······- Un poco. Es algo que normalmente nadie quiere saber.
·······- Está bien. ¿Puedes decirme sólo por qué no tienen nombre, ni ninguna fecha?
·······- Tendría que explicártelo todo. Y no quiero hacerlo ahora, no es una historia feliz.
·······- Como quieras.
·······- ¿Vas a enfadarte? – Adivinó él tras unos segundos en los que ambos acompañaron a la noche en su silencio.
·······- Si vamos a estar juntos, me gustaría que no sólo compartiésemos las cosas buenas. No sé si me explico.
·······- Está bien. – Accedió él finalmente. Alba notó una suerte de matiz quebradizo en su voz, y su compañero se alejó unos pocos pasos tras de ella. – Por lo menos date la vuelta. – Pidió. Y Alba aceptó del mismo modo, sin reservas.
·······
·······Los ojos de Alba se habían hecho tanto a la oscuridad que, cuando giró sobre sus talones, fue incapaz de ver algo más que el caliginoso velo negro propio de la noche. Las rachas de viento parecían haber cesado en parte. En aquel lugar, además, no se percibía aquel olor floral tan llamativo. Ahora que lo pensaba, Alba no recordaba haber visto ningún ramo ni corona en aquella zona del camposanto. Unos pocos instantes después, la figura de su compañero ya se hizo visible. No se encontraba tan lejos como ella había supuesto, tan sólo a unos dos o tres pasos de distancia. Su semblante era sereno, no quedaba rastro alguno de la armonía anterior en sus facciones. Un rebelde mechón de su cabello oscilaba alterado por alguna caprichosa corriente de viento. La miraba con sus ojos de color marrón oscuro teñidos de un brillo llamativo, y habían surgido diminutas líneas rojizas cubriendo parte de su esclerótica. Estaba apuntándola con una escopeta gruesa, de doble cañón y apariencia arcaica. Comenzó a notar en su garganta el ritmo desenfrenado de sus pulsaciones.
·······
·······- ¿Qué… coño haces con eso?
·······- Lo siento. Me gustaría que todo hubiese sido de otro modo.
·······- Tranquilo. Cálmate. ¿De qué estás hablando? – Indagó ella mientras avanzaba hacia su amigo despacio.
·······- ¡No des un puto paso más! – Advirtió él. – Querías conocer la historia de todas esas tumbas. No tienen nombre, porque prefiero no ligar ni un recuerdo a un nombre. Así es más fácil que no te atormenten.
·······- Tiene que ser una broma. – Le interrumpió Alba, articulando una falsa carcajada que se quebró en la rigidez de su sonrisa.
·······- Nunca he hablado más en serio. En esas tumbas están enterradas personas como tú, Alba. Personas que un día creí amar, pero que llegaron demasiados lejos. Y hay historias que son sólo nuestras, y sólo deberíamos compartir con nosotros mismos. ¿No crees?
·······- ¡Estás loco! – Gritó ella con todas sus fuerzas, mientras retrocedía.
·······- Pensé que esta vez iba a ser distinto, Alba. Pensé que todo podría funcionar enterrando esta historia. Pero es como una mala pesadilla. Siempre vuelve a surgir en algún momento.
·······- Estás loco. –Repitió. – Déjame marcharme. Por favor. No diré nada a nadie.
·······- No estoy loco. A los locos los encierran en manicomios. Yo soy lo que siempre has estado buscando: alguien especial. Y tú también lo eres para mí. Es una pena que tengas una curiosidad tan voraz. ¿Quién sabe cómo habrían sido las cosas si no hubiera sido así? Lo siento, Alba.
·······
·······
·······Mario apretó el gatillo una vez más, y el estruendo precedió al silencio más absoluto: el que siempre reinaba en aquel lugar y aquella noche no debía haberse visto quebrantado. No necesitó apartar la vista de su víctima mientras lo hacía. Sólo las cuatro o cinco primeras veces había tenido que desplazar la mirada para no ver la última expresión de horror. Ahora ya no recordaba cuantas balas había utilizado, y se había acostumbrado a las facciones desencajadas y los ojos desmesuradamente abiertos, como intentando compensar la eternidad a la que se veían condenados a estar vítreos y cerrados.
·······
·······Su ritual, el de siempre, se prolongó casi hasta el amanecer, cuando el azul comenzaba a poblar de nuevo el cielo y los primeros rallos de luz se filtraban a través de las ramas de los cipreses. Salió del cementerio y entró en la pequeña y decrépita casa en la que vivía, a escasos metros del mismo. Se durmió pensando que, al despertar, sería otro día, y quizás alguien especial estaría de nuevo esperándole.
Leidooooo..... =)
ResponderEliminarNo se por que... pero ya me imaginaba q algo asi pasaria.... XD
Megustaaaa!! =D
besos
Jajaja, ya sabes que si mis relatos no terminan con un muerto casi que no soy feliz =)
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado :)
Como siempre soberbio Rober. Conviertes de un plumazo la más bonita historia de amor en una terrible pesadilla, sin restar emoción al argumento. Es increible como existen ciertas personas que aún rodeadas de gente, son incapaces de dejar de vivir en su eterna soledad, como tu personaje lo intentan, pero se han refugiado tanto en ella que ni siquiera el lazo del amor les saca de ella.
ResponderEliminarUn placer leerte amigo!!!!!!!!!!!!
Como dices, Ana, la soledad está bastante presente en cada uno de mis relatos, de una forma u otra, positiva o -casi siempre- en su polo negativo.
ResponderEliminarMe encantan tus comentarios, analizando siempre cada aspecto. Muchas gracias, Ana, me alegra que te haya gustado.
Ay Rober... con lo bonito q había empezado... vaya final le has dado hijo mío jajajaja
ResponderEliminarpero está super biene escrito como siempre. ENHORABUENA!!!!!!!!!!
Jejeje, ahí está el atractivo del relato, parece una cosa y es otra :D
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar Estela, a ver si te pillo conectada algún día, que hace mil que no hablamos xD