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viernes, 21 de enero de 2011

Buried (2010)


Pocas películas en los últimos meses han logrado dar tanto que hablar. “Buried”, el último trabajo como director del gallego Rodrigo Cortés, ha logrado cosechar prestigiosos premios como el Cinematográfico José María Forqué, o el Melisès de Oro entregado en el Festival de Sitges. “Buried” ha resultado también premiada en otros festivales internacionales: obtuvo, entre otros, el Premio del Público en el Festival de Estrasburgo, y otros galardones en Deauville y París. Tampoco está exenta de polémica, con su posible exclusión de los Oscar tras una supuesta carta que uno de los guionistas remitió a los académicos.
En “Buried”, Paul Conroy (Ryan Reynolds) es un contratista civil destinado a Irak. Él y el resto de sus compañeros, víctimas de la convulsa situación del país, se ven atacados por un grupo de insurgentes. Poco más allá llegan los recuerdos de Conroy, que despierta de pronto encerrado en un arcaico ataúd de madera. Apenas dispone de un mechero y un teléfono móvil para tratar de salir de allí.
Tras las escasas llamadas que la deficiente cobertura telefónica le permite, va fraguándose una idea de la situación en la que se encuentra. Es un simple rehén por el que sus captores exigen un rescate millonario. Presa de la angustia y de la histeria, y cada vez más convencido de que su país no asumirá la suma y lo abandonará a su suerte, a Paul sólo le queda aguardar el desenlace de su particular pesadilla.
Una pesadilla que Rodrigo Cortés busca trasladar al espectador con “Buried”. Y lo hace de la mejor forma posible: aproximándolo al protagonista, encerrándolo con él en el indecente habitáculo. En el filme hay escasos planos de cámara, los justos para mostrarnos, a su momento, cada recoveco de un escenario tan peculiar. La fuerza de la trama, la angustia y el asfixiante aislamiento se magnifican a medida que el argumento se desarrolla.

“Buried” no es apta para claustrofóbicos, pero tampoco para amantes de la acción. Al menos en su sentido más físico. El componente psicológico predomina casi de forma total, no puede ser de otro modo cuando el único escenario de la historia es un ataúd. Y, sin embargo, Cortés transforma este lastre en virtud, y consigue que el ritmo de la trama sólo llegue a diluirse en momentos muy determinados. Muchos, quizá estudiados.
Mención especial merece también el papel de Reynolds en la historia. Es el único personaje que la cámara enfoca durante una hora y media larga. Su personaje es complejo, más en una situación límite, y su interpretación se magnifica y cobra importancia al ser el protagonista y, sobre todo, el único personaje que aparece en pantalla.

El mérito de “Buried”, de la trama que encierra, es enorme. Cuando me decían que toda la película transcurría dentro de una caja, me resultaba imposible. Tras terminar de verla, lo que me pregunto es cómo se pueden transmitir tantas historias (como  toda historia, “Buried” es la unión de varias), tantas sensaciones, con esa caja y pocos elementos más.
Es lo que hace a “Buried” diferente, casi única.

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