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viernes, 3 de abril de 2009

"Bajo la almohada"

········Como cada noche, Andrés vio recortarse las más oscuras sombras de la ciudad bajo un cielo que comenzaba a mudar su riguroso luto, adquiriendo los primeros tonos azulados que anunciaban la llegada de un nuevo amanecer. Y como cada noche, comprendió que la luz de su cuarto sería la última en apagarse al tiempo en que las primeras y más madrugadoras comenzarían a aparecer, una por una, desafiando a la penumbra nocturna.

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········Le gustaba todo aquello. Adoraba ver a la ciudad despertar cada día desde la ventana de su cuarto piso. Para él, era uno de esos momentos de una hermosura incomparable, uno de esos rituales que la rutina había ido forjando y eran ineludibles antes de sumirse en sus sueños. Era su ritmo de vida: mientras la ciudad dormía, él aprovechaba el silencio de la madrugada para desempeñar la actividad que siempre había deseado cultivar desde niño: escribir. Sus primeros artículos habían atraído la atención del periódico regional, para el cual escribía desde hacía ya un año. Su primer intento de incursión en el mundo de la novela había significado un fracaso estrepitoso. No eran tiempos fáciles.

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········Cuando su espalda se asentó sobre el colchón, aún con la luz del cuarto prendida, suspiró y apoyó sobre la mejilla izquierda su cabeza en la dura almohada. Lydia dormía a su izquierda desde hacía ya horas. La armonía de su pecho ascendiendo y cayendo al compás de sus respiraciones parecía proporcionarle a Andrés un equilibrio capaz de mitigar cualquier resquicio de pesimismo o de mal humor. Cuanto más la observaba, más se convencía de que la admiraba: no solo su peculiar atractivo físico, sino también esa otra belleza natural que no puede resaltarse con cosméticos, y que el tiempo no destruye. Era quizá la única persona a la que realmente había amado en su vida.

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·········Como siempre antes de apagar la luz, cerrar sus ojos, y dejar que esa corriente de desordenados pensamientos que pone fin a cada día fluyese libremente, Andrés alcanzó la pequeña libreta de color verde que durante el día reposaba sobre la mesilla junto a su cama. Por las noches, él la situaba bajo la almohada junto con el primer bolígrafo que encontraba. Con el tiempo se había acostumbrado a ver cómo su descanso se veía interrumpido en plena madrugada, y a tratar de plasmar en su cuaderno aquellos sueños que aún se mantendrían con claridad en su mente durante algunos segundos más. Sabía que cerrar los ojos suponía echar la vista hacia otro mundo, hacia una dimensión onírica que no había que descuidar, pues a veces podía aportar incluso más a nuestras vidas que la realidad de nuestro día a día. Sus notas servían a veces para inspirarle en sus escritos, otras simplemente para hacerle reflexionar o inducirle a variar su perspectiva sobre algunos matices de la vida.

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········Abrió sus ojos. No había sido aquel un despertar violento, más bien parecía incluso haber resultado genuinamente placentero. Su pulso no se había disparado como en otras ocasiones solía acaecer, y su respirar era aún tan profundo y pausado como si se hallase en pleno sueño. Sin haber llegado a desperezarse completamente, tanteó la fría pared más cercana hasta palpar el interruptor de la luz y presionarlo.

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·········Percibió un intenso olor a sudor al tiempo en que sus ojos terminaban de acostumbrarse a la luz eléctrica. Poco a poco las inciertas formas que distinguía fueron delimitándose y concretándose. Su mirada recayó de modo inconsciente sobre la mesilla de noche, sobre un marco ahora vacío, y sobre dos mitades de una fotografía rota tiempo atrás, pero que aún continuaban casi unidas conformando un dulce rostro y unos ojos de un fresco color verde esmeralda.

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········Andrés suspiró y rebuscó tras de sí, cerca de la cabecera de la cama, bajo la almohada, y extrajo la pequeña libreta de color verde como cada mañana. Sostuvo con firmeza el bolígrafo bic de color rojo entre el pulgar, el índice y el corazón de su diestra y comenzó a trazar las palabras que conformaban la reiterativa frase que desde hacía meses había anotado, sin la menor variación, amanecer tras amanecer: "He soñado que Lydia dormía aún a mi lado"

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········Decidió levantarse, y se dispuso a asearse mientras las lágrimas lavaban su cara, recordando aquella maldita tarde en la que, simplemente, ella le había confesado que necesitaba otro tipo de persona a su lado.

4 comentarios:

  1. *
    MmM ... creo también haber leído ya este relato... ¿no?

    Aún así me ha gustado mucho... me encanta como escribes!!!! ...
    Tiene que ser muy duro perder a la única persona que amabas en tu vida, pero más aún recordarlo ya no solo despierto sino cuando todo tu cuerpo descansa cada noche.

    Besines ·Muaka·

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  2. Pues sí, posiblemente ya lo hayas leído porque tiene un tiempillo, lo he rescatao del polvoriento cajón de relatos antiguos :P

    Un besito Rebe ;)

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  3. Precioso. Tan bien redactado que a veces parece incluso que te describes a ti mismo ;) Y sé que en algunos puntos es así.

    Un besico ^^

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  4. "Su mirada recayó de modo inconsciente sobre la mesilla de noche, sobre una bola de estrellas, y sobre dos fotografía sacadas tiempo atrás, pero que ahora yacían unidas conformando una dulce pareja y unos momentos únicos."
    Adaptación :)

    Yo más ^^

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