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martes, 29 de julio de 2008

La autoestopista (Adaptación de una Leyenda Urbana)

            La lluvia golpeaba con cierta fuerza los cristales de la cabina, como tantas otras noches. El viejo motor emitía copiosos quejidos con una frecuencia preocupante. No obstante, no le di importancia. De hecho, por un lado deseaba que dejase de funcionar. Llevaba años solicitando un vehículo nuevo, más moderno y más fiable que de el que disponía. Como es de suponer, mis peticiones no habían sido escuchadas. Quizá si aquella noche el trasto me dejaba tirado, me harían más caso. Pero tampoco era aquella una noche que invitase a pasar varias horas esperando a que una grúa se adentrase en aquellas recónditas carreteras. Llegué a la conclusión de que las cosas estaban bien como estaban.


 


Un frío cortante acariciaba mi rostro tras entrar por la ventanilla abierta. Un cigarrillo terminaba de consumirse en mi zurda, que colgaba hacia el exterior por el hueco de la ventanilla abierta. Me encontraba despejado. Acababa de parar a tomarme un café en un local de las afueras al que solía acudir con cierta frecuencia. No obstante, a duras penas lograba mantener toda mi atención en la carretera. El aburrimiento comenzaba a apoderarse de mí. Bostecé, más por ello que porque necesitase realmente un descanso, y conecté la radio. Recorrí el dial durante algunos segundos hasta dar con algo de música rock. No me resultaba sencillo encontrar una emisora que realmente me agradase, pues la mayoría de ellas solían reservar aquellos minutos posteriores a la media noche para programas deportivos, un tema que no me interesaba en exceso.


 


Entré en una larga recta con el camión y aproveché para mirar al cielo. La luna apenas se dejaba ver. Un denso banco de niebla que afectaba también a mi visibilidad parecía estar empeñado en ocultarla. El viento provocaba una danza, casi sensual, en las numerosas hojas y ramas que poblaban los márgenes de la carretera. La superficie de la misma estaba ahora cubierta por un fino manto de relente que la hacía un tanto deslizante y suponía un serio peligro para una conducción agresiva. Sin embargo, por aquel lugar no solía haber mucha afluencia de vehículos, y menos en aquella época del año, por lo que el peligro era más bien relativo. Todo transcurría con absoluta normalidad cuando, justo a la salida de una curva, los potentes focos de mi camión dejaron ver una figura femenina en el arcén. Cuando vio que me acercaba, alzó su diestra con el pulgar hacia arriba. Parecía una chica joven. No llevaba mochila o equipaje alguno. Me extrañó verla en aquel lugar. No acostumbraba a encontrarme a mucha gente por allí. Detuve el vehículo. Acostumbraba a recoger frecuentemente a muchos autostopistas. A mi no me costaba nada llevarlos y ellos eran, por lo general, muy agradecidos. Además, quizá pudiese darme un poco de conversación, lo cual me hacía gran falta pues los bostezos eran cada vez más continuos.


 


            La muchacha agradeció tímidamente mi gesto nada más subir al camión. Era delgada, de tez pálida, cabellos marrones y rostro alargado. No calculé que tuviese más de veinte años. Le pregunté adónde iba y me pidió que la dejase en Alemonte, un pequeño pueblo que se encontraba a unos diez kilómetros al este de donde nos encontrábamos. Le hice numerosas preguntas durante el trayecto. Ella contestaba siempre de forma fría y muy escueta, sin mirarme a la cara. Mantenía su enigmática mirada en la carretera, sin inmutarse. Yo la miraba cada poco. Gozaba de una belleza extraña, camuflada en un aspecto desaliñado, como si llevase varios días sin asearse. No pude sonsacarle demasiada información porque el trayecto no fue excesivamente largo. Solo recuerdo que me dijo que no tenía familia, que vivía con su novio. Creo que también mencionó que trabajaba como cajera en un supermercado.


 


            Llegó un momento en el que nos adentramos en un tramo boscoso, mucho más oscuro lógicamente que el resto del recorrido. El suelo estaba mucho más húmedo y el vehículo parecía resistirse a cumplir mis órdenes en cada viraje. Las curvas eran cerradas, habiendo casi detener el vehículo para poder afrontarlas con éxito. La densa niebla parecía haberse disipado y la luna volvía a estar visible presidiendo el cielo. Giré el volante a mi izquierda para completar una compleja maniobra y me encontré ante una recta bastante prolongada. Aceleré hasta cambiar de marcha.


 


                  -Cuidado. – Susurró ella con un tono serio y de cierta intranquilidad, aunque sin realizar ningún movimiento que hiciese apreciar algún resquicio de ansiedad.


                  -Tranquila mujer... No pasa nada... Conozco bien...


                  -Ten cuidado. – Reiteró.


                  -He pasado por aquí muchas veces. No nos pasará nada, créeme. –Insistí sin abandonar la atención que tenía puesta en la carretera. Ella se mantuvo en silencio entonces durante unos segundos, hasta que una nueva curva se hizo visible.


                  -Ten cuidado... – Dijo elevando un brazo y señalando al frente. – porque en esa curva me maté yo.


           


            Pisé súbitamente el freno y las ruedas chillaron sobre el asfalto húmedo. El camión quedó atravesado entre los dos carriles. Giré mi cabeza con el semblante desencajado. A mi derecha no había ya nadie. 

3 comentarios:

  1. Aiiiins que ésta me la contaron a mí cuando etaba de "campamentos" en el CRIEC... bueno, esa y otras cuantas más (inventadas por las monitoras pero que nosotras nos las creíamos como lo de los Reyes Magos, que algunos aún creen que son los padres... q ilusos ^^).

    Mil besitos y achuchoncetess manitooo!

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  2. joer!!! esta historia mira que la he oido de veces, pero aun hoy me sigue dando cosilla!! uyuyuyuyuyui y mas cuando voy de noche con "mis cuatro latas" por las carreteras deserticas y tenebrosas de mi isla xD!!!

    bexotes

    (toy pesada con las 4 latas eh)

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  3. Esta creo que la leí en el flog xD
    La chica de la curva... Que además coincidió un poco con un trabajo que tubimos que hacer e año pasado en clase de lengua sobre una leyenda urbana y esa época estubimos hablando de lo de la tia del espejo y nosequé y nosecuantos... y luego me emparanoyo con los detalles en ved de con la historia en sí ¬¬ Y claro... a ver quien es la lista que hace la parida de dar 3 vueltas en el espejo mientras dice Blody Mery, o la que hace lo de Vanesa, y lo de andrea, y Venita, y Presentación... xDDDDDDD Amos que en los espejos tiene unas fiestas organizadas, tanta gente ahí metida xD
    Ains... sigoooo comentando.
    ¿Ves? Si con esto no necesito mandarme emilios... que ya lo que te falta... que también te raye por ahí... ains pubrino ^^ La paciencia que tienes.

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