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miércoles, 25 de febrero de 2015

Lost in translation (2003)


Abordando hoy un género de esos a los que no soy tan asiduo, llegamos a la archiconocida “Lost in translation”, un filme que regresó a mí esta vez en forma de reposición televisiva. Una película con la que me he topado varias veces y que puedo decir que es un caso extraño. Porque no es mi género, ni siquiera el reparto se cuenta entre mis favoritos, pero es de esas historias que nunca me han chirriado, que no me canso de ver.


miércoles, 18 de febrero de 2015

Las vírgenes suicidas (Jeffrey Eugenides)


“La verdad era esta: comenzábamos a olvidar a las hermanas Lisbon, y no recordábamos nada más. Ya se desvanecía el color de sus ojos, la situación de sus lunares, hoyuelos y minúsculas cicatrices. Hacía tanto tiempo que no veíamos sonreír a las hermanas Lisbon que ya nos costaba recordar sus apretados dientes”

A veces uno se topa con historias de las que no es fácil hablar, y recomendarlas ya es todo un riesgo. Jeffrey Eugenides nos deja con “Las vírgenes suicidas” una de esas historias. Cuesta olvidarla ya como historia. Como mera sucesión de hechos, está destinada a impactar y a remover al lector. Porque es una ficción que roza la realidad, lo vemos en muchos de los temas que Eugenides abarca en estas páginas. Quizá su mayor mérito sea precisamente ese: haber sabido aproximarnos a esa particular fuerza que desprende lo real, lo que vemos más próximo que imposible.


miércoles, 11 de febrero de 2015

As above, so below (2014)


“As above, so below” es otra de esas rarezas que de vez en cuando me da por subirme al Desván. Otra de las que, al menos de momento, no encontraremos en nuestras carteleras. Volvemos al found footage, al bajo presupuesto, al terror y a esa grabación casi subjetiva en primera persona. Y en este caso tenemos un filme que apuesta descaradamente por la claustrofobia que genera un escenario de sobra conocido por todos: nada menos que las catacumbas de París.



miércoles, 4 de febrero de 2015

Kallocaína (Karin Boye)


En un mundo deshumanizado, en una sociedad autoritaria en la que el individuo se halla sometido al grupo, al Estado, nos encontramos con Leo Kall. Leo, que vive junto a su mujer y trabaja como científico, dará con un descubrimiento cuyas repercusiones no puede ni imaginar: la Kallocaína. Una suerte de suero de la verdad. Una sustancia que, una vez inyectada en el cuerpo, reprime cualquier autocontrol por parte del sujeto. Y cuando eso ocurre, cuando cada uno no puede evitar decir lo que realmente piensa, Kall se topará con algo peligroso para el Estado.




De esta premisa parte la novela que hoy me traigo al Desván. Muy en la línea de esas grandes distopías clásicas que proliferaron en torno a los años 40 (“1984”, o “Un mundo feliz”, la sueca Karin Boye nos dibuja aquí otra de esas sociedades totalitarias, en las que el Estado ejerce un control casi absoluto. Abarcando aspectos como la educación, la cultura, la propia natalidad, llegando a invadir la esfera íntima de la población. Boye, que durante su vida entró en contacto tanto con la Unión Soviética como con la Alemania de Hitler, plasmó aquí sin duda el miedo, la inquietud del futuro ante lo que sus ojos veían.