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jueves, 28 de agosto de 2008

Vértigo

Ahora que la senda ante mí se ha tronado abrupta y difícil, me falta cualquier resquicio de seguridad. Ahora que el alto sol del mediodía aprieta consumiéndome a cada paso y cualquier ligera pendiente me inspira la aprensión del escalador que paraliza sus pies ante una mortal y probable caída, mis pies se han cansado de caminar.


Y me hallo inmóvil al lado de la ladera por la que he de descender, preso de una infundada sensación de vértigo que se ha adosado a mi espina dorsal y derramando unas lágrimas que dejo que la fina pero constante lluvia diluya y transporte hasta el suelo, donde quizá todo mi ser, y no sólo mi llanto, habría de estar.

martes, 19 de agosto de 2008

Caminante

El caminante deambulaba por las rutas de la vida día tras día con pausado paso. No tenía prisa por alcanzar el fin de su camino y hallar así su lugar en el mundo, como solía ocurrirle en el pasado. Prefería avanzar lenta y despreocupadamente, observando los parajes que enmarcaban las rutas que recorría, y disfrutar del canto de los animales y de los seres de la noche, y del silbido del viento y el melancólico descender de cualquier arrollo. Prefería disfrutar cada instante, sin prisa alguna por perseguir su destino, junto a la oscura dama que se había cruzado en su caminar y que desde entonces avanzaba de la mano junto a él entre llanuras y valles, bosques y planicies. En ocasiones, cuando varias estrellas decoraban con su brillo el cielo de la noche y la luna les iluminaba, se detenía y ambos se acomodaban sobre cualquier rocosa ladera y observaban el velo celestial. Él la miraba y se encontraba con sus ojos, misteriosos, oscuros, hermosos, más resplandecientes que la propia luna. Después susurraba unas escasas palabras que en ocasiones conseguían arrancarle a la muchacha una inmaculada sonrisa. Sin separar unas manos que el Sol parecía haber fundido, ambos se besaban y acariciaban sus rostros.

Un día la dama decidió desviarse por otro sendero. Un último abrazo selló un adiós que se negaba a ser definitivo. Quizá algún día sus caminos vuelvan a unirlos.

Hoy el caminante prosigue, cansado, su rumbo. Apenas descansa y sólo avanza por las noches. Prefiere que la penumbra le recuerde a ella y le haga imaginar que sigue a su lado. Prefiere huir de los días pues, al echar la vista atrás, un sol incompasivo le recuerda que ahora avanza solo.

En ocasiones el sol le sorprende en algún amanecer, y el caminante llora pues aún no puede asimilar que ella se haya ido y que quizá nunca pueda volver a recorrer su semblante, a estudiar sus facciones, o a rozar sus labios.

[caption id="attachment_128" align="aligncenter" width="300" caption="En ocasiones el sol me sorprende en cualquier amanecer..."]En ocasiones el sol me sorprende en cualquier amanecer...[/caption]

Rober escucha "Venas con humo y palabras" (Marea)

viernes, 15 de agosto de 2008

Sera su forma de pensar..


Será por tu forma de pensar,
que me gustas y no lo puedo disimular.
Será por tu forma de sentir,
que mi llanto florece y me hace reír.
Porque te quiero,
porque te deseo.
Porque no podría vivir sin ti,
dame un si razonable y seré feliz.


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Como presentacion he eleguido una de las primeras poesias que escribi.. Es un placer compartir este espacio con vosotros..                                                                                       


Nuevo autor

El usuario Carlos Méndez (asturroki) es desde hoy nuevo autor de este blog. Aportará sus poemas y diversos relatos de temática medieval. También puede sugerir cualquier tipo de cambio que crea conveniente al administrador. ¡Sé muy bienvenido y gracias por participar!

jueves, 14 de agosto de 2008

La Tercera Calle

No tardó en acostumbrarse al tedio en que su trabajo la sumía, ni al penetrante olor del cloro que le causaba constantes dolores de cabeza. Todas esas dolencias fueron sepultadas por la rutina, y posteriormente asimiladas por su organismo joven. Se habituó a la soledad de las tardes de verano, cuando la piscina municipal sólo invertía fondos en mantener el sueldo de un único socorrista. A pesar de su juventud, Laura era la más experimentada en sus funciones de entre todos los empleados, y la que más tiempo llevaba cuidando de que la irritante calma del agua no se tragase alguna vida. Por eso, ya desde hacía años, se recurría únicamente a ella en el período estival.

Su sueldo no estaba mal, más aún teniendo en cuenta que, salvo ciertos aislados sobresaltos, cobraba por ocupar una silla de plástico durante siete horas todas las tardes. Pero era extremadamente anodino e incluso solitario, y sólo alguna novela decente lograba, de vez en cuando, alejarla de la monotonía. En ocasiones se preguntaba qué la depararía el futuro, qué ocurriría si algún día el mortífero aburrimiento le ganaba el pulso, o simplemente cuando su cuerpo dijese basta. Aquello era lo único que sabía hacer.

Y lo hacía bien. Había estado firmemente convencida de ello. Al menos, hasta aquella lúgubre tarde de agosto.

lunes, 11 de agosto de 2008

Entre las calles

    

     Existen lugares con los que un día nos topamos, que aparentemente parecen uno más de los múltiples escenarios en los que se desarrolla nuestra compleja vida, y en ello radica nuestra concepción primigenia. Quizá porque en la mayoría de los casos sucede de ese modo.

    

     Pero existen enclaves, ciudades, calles, paseos, plazas, playas, barrios, que se sitúan un eslavón por encima y, muchas veces por mero azar, adquieren una relevancia especial, y marcan toda nuestra existencia, proyectando reminiscencias del pasado en el presente, transportándonos años atrás, otorgándonos sensaciones y sentimientos ya pretéritos, pero nunca olvidados del todo, jamás desterrados.

    

     Aquella ciudad marcó el comienzo de una nueva etapa en mi vida, aunque no asimilé tal circunstancia, como siempre suele ocurrir, hasta que el futuro me ofreció un enfoque retrospectivo, vacuo de sensaciones, y centrado sólo en los hechos, que al fin y al cabo son los que encierran la mayor potencia y conforman la realidad de nuestro existir.

    

     Al progresar entre sus calles más céntricas ya no percibiré tan sólo la sensación de estar caminando sobre piedras plenas de historia, o disfrutando de aromas procedentes de un pasado no tan lejano, u observando edificios que gozaron de esplendor en otras épocas. Me veré también sumergido en uno de esos pozos llenos de recuerdos, de mi propia Historia que cada día se escribe, y que de vez en cuando es conveniente releer y repasar, porque de todo se aprende, y de la experiencia pasada brota la base que enriquece nuestro comportamiento más posterior.

    

     Melancolía al dejar atrás cada esquina en soledad, al rememorar otros tiempos en los que me sentía quizá más vivo, pero cierto positivismo, quizá esperanza, subyace al saber que si un día fui algo cercano a un ser feliz, nada impide que cualquier día vuelva a sonreír como un día aprendí a hacer.

    

     Porque desterrar el pasado es destruir una parte de nosotros mismos, y dicen que lo pasado nunca llega a perecer, trataré de pensar que es posible revivir de nuevo aquellas magníficas tardes (y noches), y seguiré viajando en el tiempo, mirando atrás, cada vez que pasee por el centro de esta vetusta ciudad.

 




[caption id="attachment_95" align="aligncenter" width="300" caption="...Seguiré viajando en el tiempo, mirando atrás, cada vez que pasee por el centro de esta vetusta ciudad"]...Seguiré viajando en el tiempo, mirando atrás, cada vez que pasee por el centro de esta vetusta ciudad[/caption]

Rober escucha "Far away" de Nickelback